El Papa: Carlos de Foucauld, ejemplo de Evangelio anunciado con mansedumbre

El testigo del celo apostólico al que Francisco dedica su catequesis en la audiencia general es un santo que, nacido en Francia, “perdió la cabeza” por Jesús y eligió establecerse en el desierto del Sahara.

“Hoy quisiera hablarles de un hombre que hizo de Jesús y de sus hermanos más pobres la pasión de su vida”, anunció el Papa Francisco a los fieles presentes en la Plaza de San Pedro para la audiencia de los miércoles. Es san Carlos de Foucauld, testigo del celo en el anuncio del Evangelio y testigo de la mansedumbre, de la búsqueda del diálogo y de la cercanía con todos. En el centro de su vida está la Eucaristía, ante la que se detiene largamente en oración y adoración, sintiendo que sólo Jesús, allí presente, puede acercarle a tantos hermanos y hermanas no cristianos.

“Hoy quisiera hablarles de un hombre que hizo de Jesús y de sus hermanos más pobres la pasión de su vida”, anunció el Papa Francisco a los fieles presentes en la Plaza de San Pedro para la audiencia de los miércoles. Es san Carlos de Foucauld, testigo del celo en el anuncio del Evangelio y testigo de la mansedumbre, de la búsqueda del diálogo y de la cercanía con todos. En el centro de su vida está la Eucaristía, ante la que se detiene largamente en oración y adoración, sintiendo que sólo Jesús, allí presente, puede acercarle a tantos hermanos y hermanas no cristianos.

“Perdí mi corazón por Jesús”

“San Carlos de Foucauld, corazón palpitante de caridad en la vida oculta”, es el título de la catequesis. Después de una juventud -dice el Papa Francisco- vivida en la lejanía de Dios, habiéndose convertido, san de Foucauld dice de sí mismo: “Perdí mi corazón por Jesús de Nazaret”. Continúa el Papa: 

“El Hermano Carlos nos recuerda así que el primer paso para evangelizar es tener a Jesús en el corazón, es “perder la cabeza” por Él. Si esto no sucede, difícilmente podremos demostrarlo con nuestras vidas. En cambio, corremos el riesgo de hablar de nosotros mismos, de nuestro grupo, de una moral o, peor aún, de un conjunto de reglas, pero no de Jesús, de su amor, de su misericordia. (…) Creo que hoy sería bueno que cada uno de nosotros se preguntara: “¿Tengo a Jesús en el centro de mi corazón? ¿He perdido un poco la cabeza por Jesús?””

Dar a conocer a Jesús con toda la vida

De Focauld quiere profundizar en el conocimiento de Jesús y quiere imitarlo, por eso visita Tierra Santa, donde vivió, “pasa largas horas leyendo los Evangelios”, y conociéndolo siente el deseo de darlo a conocer a los demás. “Cuando cada uno de nosotros -añade el Papa Francisco- conoce a Jesús, surge el deseo de darlo a conocer, de compartir este tesoro.”

“Sí, pero ¿cómo? Como María en el misterio de la Visitación: “en silencio, con el ejemplo, con la vida” . Con la vida, porque “toda nuestra existencia -escribe el Hermano Charles- debe gritar el Evangelio”. Y muchas veces nuestra existencia grita mundanidad, grita muchas estupideces, cosas extrañas, y él dice: “No, toda nuestra existencia debe gritar el Evangelio”.”

¿Creemos en el poder de la Eucaristía?

Charles decide entonces trasladarse a tierras lejanas, se instala en el desierto del Sahara entre los Tuaregs que no son cristianos, y a ellos lleva su amistad y el testimonio silencioso y manso del Evangelio. Tiene a Jesús presente junto a él en la Eucaristía y le confía todo. Continúa el Papa:

“Así, permanece en oración a los pies de Jesús, ante el sagrario, durante unas diez horas al día, seguro de que allí reside el poder de la evangelización y sintiendo que es Jesús quien le acerca a tantos hermanos y hermanas lejanos. Y nosotros, me pregunto, ¿creemos en el poder de la Eucaristía? Nuestra salida hacia los demás, nuestro servicio, ¿encuentra ahí, en la adoración, su comienzo y su plenitud? Estoy convencido de que hemos perdido el sentido de la adoración: debemos recuperarlo.”

“Todo cristiano es un apóstol”

El Papa Francisco describe otro aspecto de la espiritualidad de san Carlos de Foucauld que “anticipa los tiempos del Concilio Vaticano II” y es la convicción de que “todo cristiano es apóstol” y que el anuncio del Evangelio es responsabilidad de todo el pueblo de Dios. Pero esto sólo es posible en actitud de oración y de escucha del Espíritu, siempre creativo. Y respecto a los laicos, “santos, no escaladores, enamorados de Jesús”, el Papa observa: “Cuánta necesidad tenemos los sacerdotes de tener a nuestro lado a estos laicos que creen en serio y con su testimonio nos enseñan el camino”. Y continúa:

“San Carlos de Foucauld, figura profética para nuestro tiempo, dio testimonio de la belleza de comunicar el Evangelio mediante el apostolado de la mansedumbre: él, que se sentía “hermano universal” y acogía a todos, nos muestra la fuerza evangelizadora de la ternura (…) Vivir la bondad de Jesús le llevó a forjar lazos fraternos de amistad con los pobres, con los Tuareg, con los más alejados de su mentalidad. Poco a poco, esos lazos generaron fraternidad, inclusión, aprecio por la cultura del otro.”

La importancia de regalar incluso una sonrisa

La bondad también se demuestra con una sonrisa, y el Papa concluye invitando a todos a preguntarse, por tanto, si “llevamos alegría cristiana, mansedumbre cristiana, ternura cristiana, compasión cristiana, cercanía cristiana” a nosotros mismos y a los demás.

Tomado de VATICAN NEWS

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