El Papa en Verona pide a los sacerdotes que perdonen todo y siempre

La llamada que hay que aceptar y la misión que se ha de desempeñar con audacia centraron el discurso de Francisco a los sacerdotes y religiosos en la primera etapa de su visita pastoral a Verona. “Santos y capaces” les pide el Papa recordando las palabras del misionero Daniel Comboni.

En la ciudad que inspiró el atormentado drama shakesperiano de Romeo y Julieta, Francisco invita a inspirarse en el Evangelio para comprometerse a sembrar por doquier un amor más fuerte que el odio y la muerte. “Sueñen así a Verona, como la ciudad del amor, no solo de la literatura, sino de la vida”, exhorta el Papa al final de su discurso a los sacerdotes y religiosos reunidos en la Basílica de San Zenón, primer encuentro de una visita pastoral que lleva por lema: “Justicia y Paz se besarán”. También hace un llamado  improvisado, en medio del discurso, especialmente a los sacerdotes a perdonar siempre al penitente :”Por favor, perdonen todo”, “sin causar dolor”, “no torturen a los penitentes” porque – como explicò – “si no se comprende lo que dice el penitente, hay que seguir adelante: ‘el Señor ha comprendido'”. “La Iglesia – señaló- necesita el perdón”.

Antes, hacia las 8.30 de la mañana, tras el breve saludo de las autoridades civiles y religiosas a su llegada en helicóptero a la ciudad, unos 800 sacerdotes, religiosos y religiosas, acompañados  por el obispo de Verona, monseñor Domenico Pompili,  recibieron calurosamente a Francisco en la emblemática basílica románica que, como dijo el Papa al comenzar su discurso, recuerda, por su techo a forma de quilla, “la barca del Señor que navega por el mar de la historia para llevar a todos la alegría del Evangelio”. Una imagen evangélica que definió el curso de la reflexión del Pontífice: la llamada recibida, “que siempre hay que aceptar”, y la misión, “que hay que desempeñar con audacia”.

El asombro de la llamada

Al recordar la llamada de Jesús a los hermanos pescadores que echaban las redes en el lago de Galilea, Francisco exhorta a no olvidar que en el origen de la vida cristiana está la experiencia del encuentro con el Señor que no depende de nuestros méritos o de nuestro compromiso, sino del amor con el que Él viene a buscarnos. Más aún, subraya, en el origen de la vida sacerdotal y de la vida consagrada “no estamos nosotros, nuestros dones o algún mérito especial, sino que está la sorprendente llamada del Señor”

“Es pura gracia, pura gratuidad, un don inesperado que abre nuestro corazón al estupor ante la condescendencia de Dios. Queridos hermanos sacerdotes, queridas religiosas y hermanos religiosos: ¡no perdamos nunca el asombro de la llamada! Esta se alimenta de la memoria del don recibido por gracia, memoria que debemos mantener siempre viva en nosotros”.

La conciencia de la llamada

Acoger la llamada recibida, explica el Santo Padre, que es el fundamento de la consagración del ministerio, implica también una conciencia y una memoria de que se trata de un don de Dios.

“Si perdemos esta conciencia y esta memoria, corremos el riesgo de ponernos a nosotros mismos en el centro en lugar del Señor; corremos el riesgo de agitarnos en torno a proyectos y actividades que sirven a nuestras propias causas más que a la del Reino; corremos el riesgo de vivir incluso el apostolado en la lógica de promocionarnos a nosotros mismos y de buscar el consenso, en lugar de gastar nuestra vida por el Evangelio y por el servicio gratuito a la Iglesia”.

Al mismo tiempo, recordar que es el Señor quien ha elegido a cada consagrado, que es Él quien está al origen de cada ministerio, hace más llevadero el peso del cansancio y las decepciones, porque “permanecemos serenos y confiados, seguros de que Él no nos dejará con las manos vacías”, “no nos dejará solos”, especialmente ante los complejos desafíos de nuestro tiempo.  

La audacia de la misión

El Papa retoma nuevamente un pasaje de Jesús en el mar de Galilea, esta vez después de la resurrección, cuando vuelve a encontrarse con sus discípulos decepcionados, derrotados, y los exhorta a echar de nuevo la red, una invitación a ser audaces en la misión.

“La audacia es un don que esta Iglesia conoce bien. Si hay, en efecto, una característica de los sacerdotes y religiosos veroneses, es precisamente la de ser emprendedores, creativos, capaces de encarnar la profecía del Evangelio”.

La audacia del testimonio y el anuncio

Tras enunciar la huella dejada por tantos testigos de la fe de Verona que “supieron unir el anuncio de la Palabra con el servicio generoso y compasivo a los necesitados, con la “creatividad social”, creando escuelas de formación, hospitales, residencias de ancianos, casas de acogida y lugares de espiritualidad, Francisco destacó esa formación en la fe que se tradujo en la audacia de la misión.

“Lo necesitamos también hoy: la audacia del testimonio y del anuncio, la alegría de una fe empeñada en la caridad, la inventiva de una Iglesia que sabe acoger los signos de los tiempos y responder a las necesidades de los que más luchan. A todos, lo repito, a todos debemos llevar la caricia de la misericordia de Dios. Especialmente a los que tienen sed de esperanza, a los que se ven forzados a vivir en los márgenes, heridos por la vida, o por algún error que han cometido, o por las injusticias de la sociedad, que siempre se cometen a costa de los más frágiles”.

La audacia de la fe en medio de las tormentas

El Papa reiteró que la audacia de la fe obra en la caridad y, como San Pablo, exhortó a los consagrados de Verona a no ceder al desaliento, a ser una Iglesia que se hace cercana, que se acerca a las encrucijadas, que sana las heridas, que da testimonio de la misericordia de Dios. Solo así, aseguró, la barca del Señor, en medio de las tormentas del mundo, puede poner a salvo a tantos que, de otro modo, correrían el riesgo de naufragar.

“Las tormentas, como sabemos, no faltan en nuestros días; muchas de ellas tienen sus raíces en la avaricia, la codicia, la búsqueda desenfrenada de la autosatisfacción, y son alimentadas por una cultura individualista, indiferente y violenta”.

Incluso, recordando algunos escritos de San Zenón sobre “los grilletes de la avaricia”, el Papa advirtió que esa plaga corre el riesgo de convertirse en costumbre, es decir “que el mal se convierta en ‘normal’, y así convertirnos en cómplices.

Comboni: Santos y capaces

Francisco dirigió palabras de agradecimiento a los sacerdotes y religiosos por su compromiso y los animó a seguir adelante con valentía, y sin miedo, porque el Señor está siempre con nosotros. Pero también recordó a uno de sus grandes santos, Daniel Comboni, quien decía: Santos y capaces. […] Lo uno sin lo otro vale poco para quien sigue una carrera apostólica. El misionero y la misionera no pueden ir solos al cielo. Solos irán al infierno. El misionero y la misionera deben ir al cielo acompañados de las almas salvadas”.

“Esto es lo que les deseo a ustedes y a sus comunidades: una ‘santidad capacitada’, una fe viva que con caridad audaz siembre el Reino de Dios en cada situación de la vida cotidiana”

Tomado de VATICAN NEWS

 

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