Entre “influencers” y testigos: El Vaticano publica documento sobre uso de redes sociales.

El Dicasterio para la Comunicación del Vaticano publicó este martes 30 de mayo un documento que reflexiona sobre el papel de las redes sociales en el mundo actual.

El texto, que lleva la firma del prefecto laico Paolo Ruffini y del secretario del Dicasterio, Mons. Lucio Ruiz, tiene una extensión de más de 20 páginas y ofrece diversos criterios sobre el tema, aunque no busca ser “una guía precisa para el ministerio pastoral en esta área”.

Lo que se pretende con el texto titulado “Hacia una plena presencia” es promover “una reflexión común sobre nuestras experiencias digitales, animando a las personas y a las comunidades a adoptar un enfoque constructivo y creativo que fomente una cultura de amor al prójimo”.

Los temas de la reflexión pastoral incluyen la sobrecarga de información, el desplazamiento constante, el no prestar toda la atención a los demás, la realidad de los “influencers”, el dar testimonio de Cristo, la “desintoxicación digital”, la necesidad del silencio, y la importancia de escuchar y construir una comunidad en un mundo fragmentado; entre otros.

“Un considerable problema cognitivo de la cultura digital es la pérdida de la capacidad de pensar de modo profundo y centrado. En lugar de ponderar en profundidad las realidades, exploramos la superficie y nos quedamos en las orillas”, advierte el texto.

La reflexión pastoral plantea que la constante demanda de atención de las personas por parte de las redes sociales es similar al proceso por el que cualquier tentación entra en el corazón humano y distrae nuestra atención de la única palabra que es verdaderamente significativa y que da vida, la Palabra de Dios”.

“Numerosos sitios web, aplicaciones y plataformas están programados para aprovechar el deseo humano de aceptación, y luchan constantemente por la atención de las personas. La atención misma se ha convertido en el activo y la mercancía más valiosa”, prosigue.

“En vez de centrarse en un tema a la vez, nuestra continua atención parcial pasa velozmente de un asunto a otro. En nuestra condición de ‘siempre conectados’, nos exponemos a la tentación de publicar al instante, porque estamos fisiológicamente enganchados a la estimulación digital y queremos siempre más contenidos en una navegación sin fin, frustrados por cualquier falta de actualizaciones”.

El texto destaca la necesidad de silencio y de que las escuelas, las familias y las comunidades establezcan tiempos para que las personas se desconecten de los dispositivos digitales.

Advierte asimismo que el espacio para “la escucha, la atención y el discernimiento de la verdad es cada vez más escaso”.

“Sin silencio ni espacio para pensar despacio, en profundidad y con un propósito, corremos el riesgo de perder no sólo las capacidades cognitivas, sino también el espesor de nuestras interacciones, tanto con los demás como con Dios”.

Trampas de las redes sociales

El documento coloca algunas banderas rojas ante las “trampas que se deben evitar” con las redes sociales, como el discurso agresivo y negativo compartido bajo el “manto del seudónimo”.

“A lo largo de las ‘autopistas digitales’, muchas personas resultan heridas por el odio y la división. No podemos ignorarlo. No podemos ser tan sólo pasantes silenciosos. Para humanizar los ambientes digitales, no debemos olvidar a quienes se quedan atrás. Solo podemos ver lo que está sucediendo si miramos desde el punto de vista del hombre herido de la parábola del buen samaritano”, señala.

El texto destaca luego cómo la personalización del contenido de los algoritmos puede reforzar las propias opiniones de las personas sin exponerlas a otras ideas, lo que a veces puede llevar a “fomentar comportamientos extremos”.

También plantea preocupaciones sobre cómo las empresas de redes sociales tratan a las personas como mercancías cuyos “perfiles y datos se venden” y precisa que las redes sociales “no son gratis: estamos pagando con minutos de nuestra atención y bytes de nuestros datos”.

El texto agrega: “El creciente énfasis en la distribución y el comercio de conocimiento, datos e información ha generado una paradoja: en una sociedad en la que la información desempeña un papel esencial, es cada vez más difícil verificar las fuentes y la exactitud de la información que circula digitalmente”.

De “influencer” a testigo

El texto destaca cómo “todo cristiano debe ser consciente de su influencia potencial, sin importar cuántos seguidores tenga”.

“Nuestra presencia en las redes sociales se concentra generalmente en la difusión de información. En esta línea, la presentación de ideas, enseñanzas, pensamientos, reflexiones espirituales y similares en los medios sociales debe ser fiel a la tradición cristiana. Pero esto no es suficiente”, asegura el texto.

El documento recomienda que los cristianos tener cuidado y ser “reflexivos, no reactivos, también en las redes sociales” para garantizar que la forma en que uno trata a los demás on line sea en sí misma un testimonio.

“Todos debemos tener cuidado para no caer en las trampas digitales que se esconden en contenidos diseñados expresamente para sembrar el conflicto entre los usuarios provocando indignación o reacciones emocionales”, continúa la reflexión.

“Debemos estar atentos a no publicar y compartir contenidos que puedan causar malentendidos, exacerbar la división, incitar al conflicto y ahondar los prejuicios”, recomienda.

Una pregunta que el texto anima a los cristianos a reflexionar es si sus publicaciones en las redes sociales están buscando “seguidores” para ellos o para Cristo.

“¿Qué significa ser testigo? La palabra griega para testigo es ‘mártir’, y se puede afirmar que algunos de los más poderosos ‘influentes cristianos’ han sido mártires”, destaca el texto.

También insta a las personas a recordar que “¡no hubo ningún ‘me gusta’ y casi ningún ‘seguidor’ en el momento de la mayor manifestación de la gloria de Dios! Cualquier medida humana del ‘éxito’ queda relativizada por la lógica del Evangelio”.

“Si el martirio es el signo supremo del testimonio cristiano, todo cristiano está llamado a sacrificarse: la vida cristiana es una vocación que consume nuestra propia existencia, ya que ofrecemos nuestro ser, alma y cuerpo para convertirnos en un espacio de comunicación del amor de Dios, un signo que apunta hacia el Hijo de Dios”.

En este sentido, subraya el documento del Vaticano, “comprendemos mejor las palabras del gran Juan Bautista, primer testigo de Cristo: ‘Es necesario que Él crezca y que yo disminuya’ (Jn 3,30). Como el Precursor, que exhortó a sus discípulos a seguir a Cristo, no buscamos “seguidores” para nosotros mismos, sino para Cristo. Sólo podemos difundir el Evangelio creando una comunión que nos una en Cristo. Podemos hacerlo siguiendo el ejemplo de Jesús al interactuar con los demás”.

Tomado de ACIPRENSA

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