La Secretaría del Sínodo acaba de dar a conocer este 20 de junio el Instrumentum Laboris para la primera sesión de la Asamblea Sinodal que será realizada en octubre. Un texto que se inicia recordando los pasos dados “desde que el Papa Francisco convocó a toda la Iglesia en Sínodo el 10 de octubre de 2021”, buscando responder a como se concreta el caminar juntos.
Se inicia la segunda fase del Sínodo
Lo recogido en un primer momento a nivel diocesano tuvo como fruto el Documento para el Camino (DEC), que fue la base de las siete Asambleas continentales, buscando qué priorizar en la Primera Sesión de la Asamblea sinodal. Con los documentos elaborados por las Asambleas continentales se ha redactado el Instrumentum Laboris, que cierra la primera fase del Sínodo y abre la segunda, articulada en las dos sesiones de Asamblea sinodal previstas. Lo que se busca “no es producir documentos, sino abrir horizontes de esperanza para el cumplimiento de la misión de la Iglesia”.
Un proceso sinodal que recoge la situación actual: guerras, cambio climático, sistema económico que explota y descarta, colonialismo cultural, emigración, comunidades cristianas minoritarias, secularización agresiva, abusos sexuales, de poder y de conciencia en la Iglesia. Una tesitura que hará que se le pida a la Asamblea sinodal una escucha profunda de las situaciones en las que la Iglesia vive y realiza su misión, con los frutos recogidos durante la fase de escucha, vivida en un encuentro sincero y cordial, en la catolicidad de la Iglesia, que se expresa en la diversidad y en tensiones, que no deben asustar, sino que “podrán convertirse en fuentes de energía y no caer en polarizaciones destructivas”.
Articular prioridades sin tomar postura
Un IL que no quiere ser el único material para tener en cuenta, sino que a partir de los diferentes documentos que forman parte del proceso de escucha, “articula algunas de las prioridades surgidas de la escucha al Pueblo de Dios, pero no como afirmaciones o toma de posturas”. Algo que se ha convertido en preguntas, que “son expresión de la riqueza del proceso del que han surgido”, insistiendo en la importancia decisiva de las Iglesias locales “como lugar teológico donde los bautizados experimentan concretamente el caminar juntos”.
El texto se divide en dos secciones, una primera, titulada “Por una Iglesia sinodal”, que “intenta recoger los frutos de la relectura del camino recorrido”: señas de identidad de una Iglesia sinodal; importancia de la conversación espiritual. Una segunda sección, titulada “Comunión, Misión, Participación”, con tres prioridades. De ahí deben surgir pasos concretos.
Qué es una Iglesia sinodal
El IL define a la Iglesia sinodal como “una experiencia integral”, siendo visto el proceso sinodal como “algo inesperado, más grande de lo previsto”, como “el espacio en el que se hace practicable el modo evangélico de tratar las cuestiones que a menudo se plantean de forma reivindicativa”, siendo “una Iglesia de hermanas y hermanos en Cristo que se escuchan mutuamente y que, al hacerlo, son transformados gradualmente por el Espíritu”.
Al hablar de los signos característicos de una Iglesia sinodal, se destaca “que una Iglesia sinodal se funda en el reconocimiento de la dignidad común que deriva del Bautismo”, que crea “una verdadera corresponsabilidad entre los miembros de la Iglesia”, algo que se llama a practicar. Junto con ello, una Iglesia de la escucha, que “desea ser humilde, sabe que debe pedir perdón y que tiene mucho que aprender”, una Iglesia “de encuentro y diálogo”, que vive su catolicidad “en una diversidad de contextos y culturas”, que “afronta con honestidad y valentía la llamada a una comprensión más profunda de la relación entre amor y verdad”, que sabe “gestionar las tensiones sin dejarse destruir por ellas”.
En ese camino, la Iglesia sinodal es llamada a conversar en el Espíritu, definido en el IL como “aquella dinámica en la que la palabra pronunciada y escuchada genera familiaridad, permitiendo a los participantes intimar entre sí”, que “permite compartir experiencias de vida”, y que se ve como método que “anime e informe cada vez más la vida cotidiana de las Iglesias”, y con un valor “exquisitamente misionero”. Un método muy presente en el Nuevo Testamento, que también es visto como “como una oración compartida con vistas a un discernimiento en común”.
Comunión, misión, participación como temas prioritarios
La comunión, misión, participación son definidos en el texto como tres temas prioritarios para la Iglesia sinodal, tres pilares que “se articulan, alimentándose y apoyándose mutuamente”. Para trabajarlos se han elaborado cinco fichas de trabajo para cada prioridad, recogidas en el IL. Sobre una comunión que se irradia, el primer pilar, el texto cuestiona: “¿Cómo podemos ser más plenamente signo e instrumento de la unión con Dios y de la unidad del género humano?”, viendo esa comunión como “un camino en el que estamos llamados a crecer”, colocando la liturgia como camino para ello. Por eso, “la vida sinodal no es una estrategia para organizar la Iglesia, sino la experiencia de poder encontrar una unidad que abraza la diversidad sin cancelarla”.
¿Cómo compartir dones y tareas al servicio del Evangelio?, es la pregunta que se plantea en torno a la corresponsabilidad en la misión, que “constituye el horizonte dinámico desde el que pensar la Iglesia sinodal”, insistiendo en que “la misión no consiste en comercializar un producto religioso, sino en construir una comunidad en la que las relaciones sean transparencia del amor de Dios y, de este modo, la vida misma se convierta en anuncio”. Para ello resalta como preciosa e indispensable la aportación de cada bautizado, solicitando “la contribución de todos, cada uno con sus dones y tareas, valorando la diversidad de los carismas e integrando la relación entre dones jerárquicos y carismáticos”.
Sobre participación, responsabilidad y autoridad, se cuestiona “¿qué procesos, estructuras e instituciones son necesarios en una Iglesia sinodal misionera?”, determinando la importancia de “la humanización de las relaciones en el corazón del proyecto de comunión y del compromiso de misión”. Desde ahí se reflexiona sobre la autoridad, vista como capacidad de hacer crecer, y sobre la formación, que tiene que ser “integral, inicial y permanente, para todos los miembros del Pueblo de Dios”, insistiendo en que “los candidatos al ministerio ordenado deben formarse en un estilo y mentalidad sinodales”. Junto con eso, renovar el lenguaje eclesial, hacerlo más accesible y atractivo, inculturado, con presencia en el entorno digital.
Fichas de trabajo para facilitar el discernimiento
Para cada una de estas tres prioridades, el IL presenta cinco fichas de trabajo para facilitar el discernimiento. Serán trabajadas en la Asamblea en las plenarias y trabajo en grupo, siguiendo el método de la conversación en el Espíritu, buscando “mantener la tensión entre la visión de conjunto […] y la identificación de los pasos a dar”. Desde ahí se elaborarán “caminos por los que seguir caminando juntos”.
El IL explica cómo utilizar las fichas de trabajo, “concebidas como una herramienta de trabajo”, insistiendo en que son “para hacer” y no “para leer”. Su estructura es común: una rápida contextualización, una pregunta para el discernimiento, algunas intuiciones, queriendo ser fieles “a la riqueza y variedad de lo recogido en la consulta, sin convertirla en un cuestionario”. Se quiere continuar un camino ya iniciado, reconociendo que “existen evidentes puntos de contacto, e incluso solapamientos, entre las fichas, incluso entre partes diferentes”. Finalmente, el texto señala que “el objetivo de la primera sesión será, ante todo, delinear los caminos de profundización que se han de llevar a cabo en estilo sinodal”, a ser completado en octubre de 2024, “elaborando las propuestas concretas para crecer como Iglesia sinodal que se presentarán al Santo Padre”.