De acuerdo al Prefecto del Dicasterio, esta nota no se trata “simplemente de una cuestión técnica o incluso ‘rigorista’”, sino que pretende “expresar principalmente la prioridad de la acción de Dios y salvaguardar humildemente la unidad del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, en sus gestos más sagrados”.Recordó, en ese sentido, que los ministros ordenados están llamados a “superar la tentación de sentirnos dueños de la Iglesia”.“¡[Los sacramentos] no son nuestros! Y los fieles tienen el derecho, a su vez, de recibirlos tal como la Iglesia dispone: de esta manera, su celebración es acorde con la intención de Jesús y hace actual y efectivo el evento de la Pascua”, agrega.
Sobre la nota Gestis Verbisque
En la introducción del documento, el Dicasterio recuerda que los sacramentos fueron “instituidos por Cristo” y son, por lo tanto, “acciones que realizan, mediante signos sensibles, la experiencia viva del misterio de la salvación, haciendo posible la participación de los seres humanos en la vida divina”.Sin embargo, indica que, “lamentablemente, se debe constatar que no siempre la celebración litúrgica, en particular la de los Sacramentos, se lleva a cabo con plena fidelidad a los ritos prescritos por la Iglesia”.
Se mencionan como ejemplos las alteraciones en la fórmula del bautismo, como por ejemplo: “Yo te bautizo en nombre del Creador…” y “En nombre del papá y de la mamá… nosotros te bautizamos”. Estas circunstancias también han impactado a algunos sacerdotes que, al haber sido bautizados con fórmulas de este tipo, han descubierto la invalidez de su ordenación y de los sacramentos celebrados hasta ese momento.Más adelante, la nota del Dicasterio recuerda que para todos los sacramentos en la Iglesia Católica, “la observancia tanto de la materia como de la forma siempre ha sido requerida para la validez de la celebración”.La nota del Dicasterio explica que la materia del Sacramento “consiste en la acción humana mediante la cual actúa Cristo”: “Unas veces está presente en él un elemento material (agua, pan, vino, aceite), otras un gesto particularmente elocuente (señal de la cruz, imposición de manos, inmersión, infusión, consentimiento, unción)”.
Respecto a la forma, el texto manifiesta que “está constituida por la palabra, que da un sentido trascendente a la materia, transfigurando el sentido ordinario del elemento material y el sentido puramente humano de la acción realizada”.“Tanto la materia como la forma, resumidas en el Código de Derecho Canónico, están establecidas en los libros litúrgicos promulgados por la autoridad competente, que por tanto deben ser fielmente observados, sin ‘añadir, quitar o cambiar nada’”, detalla el texto.El documento añade que los cambios arbitrarios de materia o de forma “ponen en peligro la concesión efectiva de la gracia sacramental, en evidente detrimento de los fieles” y que la “severidad y fuerza invalidante” de dichos cambios “debe determinarse caso por caso”.Por otro lado, también se refirió a la intención del ministro que imparte el sacramento. El documento explica que, si bien este es un “elemento interno y subjetivo”, dada su naturaleza tiende “a manifestarse exteriormente a través de la observancia del rito establecido por la Iglesia, de modo que la modificación grave de los elementos esenciales introduce también dudas sobre la intención real del ministro, invalidando la validez del Sacramento celebrado”.
“La materia, la forma y la intención siempre están insertas en el contexto de la celebración litúrgica (…) La debida atención a los elementos esenciales de los Sacramentos, de los cuales depende su validez, debe, por lo tanto, concordar con el cuidado y el respeto de toda la celebración”, añade la nota.Por tanto, el Dicasterio recuerda que al modificar por iniciativa propia la forma celebrativa de un Sacramento, se constituye tanto un “abuso litúrgico”, así como “una herida infligida a la vez a la comunión eclesial y a la reconocibilidad de la acción de Cristo que en los casos más graves hace inválido el propio Sacramento”.En otro punto del documento, se resalta la importancia de que el ministro comprenda que la auténtica celebración litúrgica “es aquella que respeta y exalta el primado de Cristo y la actuosa participatio de toda la asamblea, incluso a través de una humilde obediencia a las normas litúrgicas”.“Les corresponde a ellos en primer lugar asegurarse de que ‘a belleza de la celebración cristiana’ se mantenga viva y no sea ‘deteriorada por una comprensión superficial y reduccionista de su valor o, peor aún, por su instrumentalización al servicio de alguna visión ideológica, sea cual sea esta’”, concluye la nota del vaticano.