Con profundo agradecimiento quiero dirigir estas palabras a todos ustedes, evangelizadores de esta bonita diócesis, tierra sacerdotal de Colombia, no solo por los tantos y buenos ministros del altar que sirven en este lugar, sino también, porque son ustedes los encargados de hospedar a los que acudimos a este sitio con deseos de animarnos, renovarnos y crecer en la misión que un día, como a todos, el Señor nos ha confiado.
Hace tres meses llegamos desanimados a este lugar, pero ya es el momento de despedirnos de esta Betania sacerdotal: donde como Marta le hemos servido al Señor, pero en realidad, lo primero fue arrojarnos a los pies del Maestro como María, para escucharlo y optar por la mejor parte (Lc 10,38-42). Nos encontrábamos paralíticos en nuestro ministerio, y durante este tiempo han cargado con nosotros, han abierto un hueco en el techo de la vida para llevarnos nuevamente a Jesús, lograron que nos sintiéramos perdonados y nos pusieron en el corazón la alegría de que el Señor sigue confiando en nosotros; nos han ayudado a cargar la camilla de los apegos que no nos dejaban caminar correctamente, ya hoy no estamos postrados en ella, sino que nos levantamos, sabiendo que esta vez, cargamos nosotros las dificultades como el paralítico cargó con la camilla (Mc 2,1-12).
Tierra Samaritana de Antioquia: les damos las gracias por vendar nuestras heridas y ungirlas con el aceite de la renovación, gracias por atreverse a ser nuestros cuidadores sabiendo que en el camino de la vida habíamos sido golpeados, pero ustedes, cumpliendo con el evangelio, se han arriesgado, teniendo presente que los salteadores buscan a los mejores hijos de Dios para maltratarlos (Lc10,25-37).
Tierras de Santos: porque, así como la madre Laura atendía a los indígenas, esperamos que ustedes sigan firmes en la misión que el Señor les encomendó de cuidar de los ministros del altar, que vienen a este lugar heridos por las flechas que los arcos de la vida lanzan, hieren y han puesto en nuestro caminar. Son todos, como la Verónica que se animó a limpiarle el rostro a Jesús y ustedes dedicaron su tiempo para devolvernos la confianza, la tranquilidad y la alegría de seguir adelante (Lc 23,27-28).
Tierra de la transfiguración: porque después de esta renovación es una invitación a no quedarnos aquí, en el Tabor del Rodeo, que, aunque estemos muy cómodos, debemos volver a la realidad para seguir sirviendo, pero sobretodo, para decirle a otros hermanos, que la dificultad no es el fin sino una oportunidad para fortalecernos y la caída nos dará una hermosa levantada (Mt 17,1-7).
Tierra Bendita: porque venir a este lugar es como estar cerca de la zarza, es un lugar sagrado, les invito a sentirse orgullosos y afortunados del IPC, no se imaginan el bien que le hacen a Dios y a la Iglesia porque recuerden: el bien que le hagan a uno de estos, por muy pequeño que sea, a mí también me lo hacen (Mt 25,40)
Agradecemos a Mons. Fidel león por acogernos en su diócesis, a los presbíteros Carlos Alberto Castaño, José Eugenio Correa y Fernando Limón y demás sacerdotes de la diócesis que nos acompañaron en este tiempo por su dedicación, a las Siervas de la Iglesia y a todo el personal del IPC por su gran servicio silencioso, por los que dedicaron oraciones, gracias a las parroquias y veredas que nos recibieron durante estos tres meses.
La Ceja 29 de abril del 2024.
Padre Jesús
Participante del programa EMAÚS