CON LOS PRESBÍTEROS CANSADOS

Hay hermanos sacerdotes que sienten cansancio y puede que tú mismo en alguna ocasión te hayas sentido cansado. Se siente desgaste, agotamiento emocional, fatiga, temor de no tener suficiente tiempo para realizar los proyectos fundamentales; tensionamiento por diversas situaciones y dificultades personales, comunitarias y ambientales; se busca no dejarse quitar tiempo de otras personas, pesar por no poder atender las relaciones familiares y sociales como se quisiera. Se manifiesta como cansancio físico, debilitamiento emocional, sensación de incapacidad, de poca eficacia, monotonía.

Por su parte, el Directorio describe otros aspectos de la situación: “Existen algunos factores, que pueden insinuar el desánimo en quien ejerce una actividad pastoral: el peligro de la rutina; el cansancio físico debido al gran trabajo al que, hoy especialmente, están sometidos los presbíteros a causa de su ministerio; el mismo cansancio psicológico causado, a menudo, por la lucha continua contra la incomprensión, los malentendidos, los prejuicios, el ir contra fuerzas organizadas y poderosas, que se mueven para acreditar públicamente la opinión según la cual hoy el sacerdote pertenece a una minoría culturalmente obsoleta (DMVP2, 101).

El cansancio en parte es fruto de la excesiva dispersión y activismo en las crecientes actividades pastorales que sufren los sacerdotes y de otras dificultades en el ministerio (Cf. PDV, 3).  En relación con el cansancio, el Papa Francisco describe la “acedia pastoral” de los sacerdotes, que “no es siempre el exceso de actividades, sino sobre todo las actividades mal vividas, sin las motivaciones adecuadas, sin una espiritualidad que impregne la acción y la haga deseable. De ahí que las tareas cansen más de lo razonable, y a veces enfermen. No se trata de un cansancio feliz, sino tenso, pesado, insatisfecho y, en definitiva, no aceptado.” (EG, 82).

El Papa Francisco señala otras causas de esta acedia y cansancio (EG, 82): algunos caen en ella por sostener proyectos irrealizables y no vivir con ganas lo que buenamente podrían hacer; otros, por no aceptar la costosa evolución de los procesos y querer que todo caiga del cielo; otros, por apegarse a algunos proyectos o a sueños de éxitos imaginados por su vanidad; otros, por perder el contacto real con el pueblo, en una despersonalización de la pastoral que lleva a prestar más atención a la organización que a las personas; Otros caen en la acedia por no saber esperar y querer dominar el ritmo de la vida. Otras causas son: la deficiente caridad pastoral en las motivaciones y en la acción; la sobrecarga de responsabilidades asumidas por uno mismo, o recibidas de los superiores, o de los demás; la forma de trabajar dispersa, o desordenada, o egocéntrica; el deficiente equilibrio entre la vida y el trabajo; la falta de descanso oportuno y adecuado.

 Tú y yo podemos ayudar a que esos presbíteros cansados tengan lo que necesitan: descanso físico y sicológico, adecuados a su situación personal; asesoría espiritual y sicológica, según las situaciones; fortalecer sus motivaciones para la vida y para el ministerio pastoral; ayuda para organizar las actividades por prioridades.

Para acompañar y ayudar a estos hermanos cansados, pueden ser útiles, sobre todo, los siguientes servicios: acompañarlos a discernir las causas externas e internas de la situación; ayudarlos a reconocer los propios límites físicos y sicológicos, acompañarlos y ayudarlos a realizar los tratamientos médicos y sicológicos que les recomienden; apoyarlos para resolver otras dificultades relacionadas con su cansancio; ayudarlos a descansar suficiente y adecuadamente.

La Iglesia nos recomienda, además, ofrecer estímulos para «continuar de modo sereno y fuerte su servicio a la Iglesia» y para ser signo elocuente de la primacía del ser sobre el obrar, de los contenidos sobre las técnicas, de la gracia sobre la eficacia exterior (Cf. DMVP2, 114; PDV, 77). Acompañarlos a acercarse a Dios para recibir su alivio, fortaleza y sabiduría (Mt 11, 28 – 30).

Ayudarles a reavivar y a fortalecer su caridad pastoral. Ayudarles a discernir la voluntad de Dios para que ellos hagan todo lo que Él quiere y solo lo que Él quiere. Motivarlos a hacer menos servicios, pero con mayor calidad y mejor fruto. Ayudarles a establecer prioridades pastorales, dejando parte del tiempo para el descanso y para la recuperación, y reduciendo las actividades, hasta cuando se logre recuperar las condiciones para un ministerio a tiempo pleno. Estimularlos a entregar las cargas que no les corresponden, o que no pueden cumplir. Ofrecerles elementos formativos para que sirvan con alegría, aún en medio del sacrificio y del sufrimiento y para que sepan vigilar y orar para no caer en tentación (Cf. Lc 22,46). Tener con ellos encuentros para compartir fraternalmente vivencias, experiencias, recreación y descanso. Ayudar a que participen en grupos de amistad y de ayuda sacerdotal. Ofrecerles el servicio de acompañamiento espiritual.

Compartamos con algunos de esos hermanos cansados y ayudémosles a dar pasos en su recuperación.

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