Comenzamos a compartir sobre cómo santificarnos mediante el ministerio pastoral. Iniciamos analizando cómo nuestro ministerio de la Palabra nos santifica a través de nuestros cuatro servicios proféticos: el anuncio del Kerigma, la catequesis, la predicación y la educación continua de la fe.
Jesús mismo describió el dinamismo de la Palabra, que es como una semilla que quiere ser acogida por la tierra buena para dar mucho fruto (Cf. Mt 13, 23). Es la Palabra que, anunciada, lleva a la conversión, a la fe, a las buenas obras y a la salvación (Cf. Rom). De esa Palabra es que hemos sido constituidos ministros, para ser testigos y maestros con ella.
La Iglesia declara que este es un ministerio que exige dar continuamente varios pasos: “Por ser ministros de la palabra de Dios, leen y escuchan diariamente la palabra divina que deben enseñar a otros; y si al mismo tiempo procuran recibirla en sí mismos, irán haciéndose discípulos del Señor cada vez más perfectos, según las palabras del apóstol Pablo a Timoteo: “Esta sea tu ocupación, éste tu estudio: de manera que tu aprovechamiento sea a todos manifiesto. Vela sobre ti, atiende a la enseñanza: insiste en ella. Haciéndolo así te salvarás a ti mismo y a los que te escuchan” (1 Tim., 4, 15-16). Pues pensando cómo pueden explicar mejor lo que ellos han contemplado, saborearán más a fondo “las insondables riquezas de Cristo” (Ef., 3, 8) y la multiforme sabiduría de Dios. Teniendo presente que es el Señor quien abre los corazones y que la excelencia no procede de ellos mismos, sino del poder de Dios, en el momento de proclamar la palabra se unirán más íntimamente a Cristo Maestro y se dejarán guiar por su Espíritu. Así, uniéndose con Cristo, participan de la caridad de Dios, cuyo misterio, oculto desde los siglos, ha sido revelado en Cristo” (Cf. PO, 13).
Entonces, hay que leerla o escucharla; meditarla; vivirla; y enseñarla. En ese orden, para poder ser maestros y testigos del Evangelio. Con la escucha nos acercamos al Maestro y nos preparamos para anunciarlo; con la meditación comprendemos la Palabra de salvación; viviéndola hacemos experiencia de lo que ella sirve en la vida; y anunciándola la comprendemos y asimilamos mejor; con los demás pasos la asimilamos mejor nosotros mismos y le ayudamos a los hermanos a ponerla en práctica.
Con todo lo anterior, reconocemos que este ministerio de la Palabra nos sirve para varias cosas: Para unirnos con nuestro Maestro Jesucristo y recibir la fuerza de su Espíritu para enseñar en su Nombre. Para avivar y fortalecer nuestra caridad pastoral. Y para llenarnos más de su sabiduría y configurarnos mejor con su persona y con su ministerio de enseñar con autoridad y con amor.
Démosle gracias a Dios por habernos confiado este grandioso ministerio de la Palabra. Comprometámonos a ejercerlo haciendo esos pasos que nos indica la Iglesia. Busquemos a otros hermanos sacerdotes para compartir con ellos sobre esta forma de aprovechar este maravilloso ministerio.