A toda hora, nos recuerdan que la oración personal es decisiva en nuestra vida y ministerio. Todos estamos de acuerdo. Pero, a varios nos ha pasado que, aún sabiéndolo, se nos ha vuelto difícil el orar.
A veces, en ello ha influido el cúmulo de actividades pastorales que nos lleva, a los pocos años de nuestra ordenación sacerdotal, a no encontrar tiempo para la oración. A veces, el estar dispersos en los servicios nos hace perder el control. Otras veces, por nuestra debilidad en la fe y en la motivación vocacional, vamos hacia una mediocridad y mundanización en nuestra vida. Pero, en medio de esa situación, sigue siendo cierto que el camino de superación es el del encuentro personal con Cristo. Muchos necesitamos, entonces, recomenzar con pasos nuevos este camino de la oración.
¿A qué hora? El tiempo se mide, sobre todo, con el corazón: tenemos tiempo para lo que estimamos importante. Por eso, la solución comienza dándole mayor importancia a Jesús y a nuestra vocación y misión. Tendremos que apreciar más la amistad personal con Él. De ello depende el que tengamos más y mejor tiempo para la oración. ¿Verdad? Encontraremos el espacio y ambiente apropiado. Si se necesita, madrugaremos más para tener ese encuentro vivificador con Él. Jesús nos espera y nos ayuda.
En este boletín estaremos compartiendo sobre varios medios que nos pueden ser útiles. Hoy compartimos cuatro pasos para una oración sencilla, que fundamentará otras etapas de oración.
- Comenzamos dando gracias. Gracias, Jesús, por todo lo que me has ayudado y, de manera especial, por las bendiciones recientes que me has dado.
- Lo segundo, es pedirle que me purifique. Purifícame, Señor de las raíces de pecado que hay en mí; sana las heridas que me ha dejado el mal; dame el ser limpio de corazón.
- Tercero, le pido que me fortalezca. Fortaléceme, Señor, para utilizar bien los dones que me has dado y para superar las tentaciones que se me presentan.
- Cuarto, le pido a Dios que llene mi corazón con su amor misericordioso. Lléname, Señor, con todo tu amor. Con esa fuerza podré vivir bien mi vida y cumplir mejor mi misión. Con tu amor podré amarte mejor y amar con misericordia a mis hermanos.
Gracias, Purifícame, Fortaléceme y Lléname con tu amor misericordioso. Son cuatro pasos sencillos que hago en mi encuentro con Jesús. Ellos me renuevan en mi fe, esperanza y caridad. Con ellos me dispongo a ser mejor amigo de Jesús y colaborarle como su enviado. Con ellos, recibo sabiduría, fortaleza, paz y amor. Qué dicha recuperar, o fortalecer, nuestra oración y nuestra amistad con Jesús.
Hagámoslos varias veces durante el día. Compartámoslos con otros hermanos.