El discernimiento es una actividad espiritual para todo cristiano, más aún para todo sacerdote. Una actividad espiritual indispensable para responder al llamado que todos los bautizados hemos recibido a la santidad. Sabiendo que la santidad no consiste en otra cosa que, en vivir en la voluntad de Dios, entendemos que es posible vivir en santidad a través de la búsqueda sincera e ininterrumpida de esa voluntad y, un examen permanente acerca de las decisiones que tomamos, para reconocer si lo que escogemos en todo momento es lo que más gloria da a Dios y mayor bien procura al prójimo.
Como sacerdotes estamos llamados a un compromiso más serio por alcanzar la santidad. El Concilio nos lo recuerda “…los sacerdotes están obligados de manera especial a alcanzar la perfección, ya que, consagrados de manera nueva a Dios por la recepción del orden, se convierten en instrumentos vivos de Cristo…” (P.O #12). Por tanto, debemos ser las personas más ejercitadas en el discernimiento. Para ello, examinemos algunos aspectos indispensables para lograr un discernimiento realmente cristiano.
Lo primero para tener en cuenta es que el discernimiento del que hablamos no es una simple actividad humana, sino espiritual, es decir, pensamos y decidimos bajo la acción del Espíritu Santo. Esto nos lleva a entender que para lograr este discernimiento debemos vivir en gracia de Dios y con una apertura creciente a la acción del Espíritu Santo en nuestra vida.
Lo segundo, es que, para asumir el discernimiento como actitud permanente de vida, debemos alimentar como convicción fundamental el hecho de que Dios es el guía de nuestras vidas, sabe lo que nos conviene y quiere lo mejor para nosotros.
En tercer lugar, entender que el discernir está profundamente ligado a la oración. En la oración pedimos a Dios nos dé señales, nos muestra signos a través de los cuales podamos descubrir su voluntad sobre nuestra vida o interpretar de manera adecuada algún acontecimiento, idea o inquietud que nos pueda surgir. Luego, estar atentos a la Palabra de Dios, al consejo del superior o director espiritual, a como se van desenvolviendo los acontecimientos. De este tercer elemento podemos colegir que si se quiere discernir de manera más segura conviene buscar un guía o acompañante espiritual; esto con el fin de evitar aquel peligro del que tanto nos advierten los santos “aquel que se aconseja a sí mismo no necesita diablo que lo tiente, ya es diablo para sí mismo” San Juan Clímaco.
Es bueno tener en cuenta que a medida que crece la intensidad en la búsqueda de la voluntad de Dios, el discernimiento se puede tornar más claro. Como sacerdotes, necesitamos crecer permanente en el discernimiento como actitud de vida, no solo para avanzar en nuestro camino de respuesta al Señor, sino también para guiar el rebaño que el Señor nos confió; basados no en criterios simplemente humanos, sino iluminados por la luz superior del Espíritu Santo. Sigamos avanzando en el desarrollo de esta actitud. Así, podremos ser en verdad guías cada vez más idóneos del pueblo de Dios. ¡Hagámoslo!
José Humberto