La Pastores dabo vobis en el n.51 nos dice “a través del estudio… el futuro sacerdote se adhiere a la palabra de Dios, crece en su vida espiritual y se dispone a realizar su ministerio pastoral”. Estas palabras que se refieren a la formación inicial y que retoma la Ratio Fundamentalis en el n. 165, bien se podrían aplicar en la formación permanente de los presbíteros. Durante toda su vida el sacerdote debe seguir el proceso de adherencia a esa Palabra en su camino de discipulado y configuración plena con Jesucristo. También se necesita seguir estudiando para seguir la senda ininterrumpida de crecimiento en la vida espiritual, la cual, sin el estudio permanente, en el mejor de los casos terminaría en un pietismo, sino, en un progresivo y peligroso decaimiento. Desde luego, sin el estudio permanente el trabajo pastoral se tornaría con el tiempo en una monótona realización de actividades, que a la larga alimentaría una pastoral más de conservación que de renovación.
Todos los que trabajamos en la formación permanente de los presbíteros tenemos claro la necesidad de motivar y animar, en el trabajo de pastoral sacerdotal, el interés por el “estudio personal”. Entendemos que es un reto serio debido a la cantidad de obligaciones, tareas y responsabilidades que hoy ocupan el tiempo de los hermanos presbíteros. Pero se debe insistir, ya que de ello depende el crecimiento integral del presbítero y la buena marcha de la actividad pastoral.
Para empezar a trabajar en esta necesidad, nos debemos proponer en primer lugar “un horario de estudio diario” que se pueda configurar según las facilidades y circunstancias propias. A unos les va mejor estudiar en la mañana, a otros en la noche. Unos podrán dedicar toda una tarde, otros pequeños espacios en el día. Para muchos sacar este espacio diario parecerá una odisea, pero si examinamos bien, se puede descubrir que perdemos tiempo todos los días en muchas cosas. Es verdad que para darle prioridad al estudio personal se deberá sacrificar gustos, entretenimientos, costumbres, televisión, etc., que a lo mejor no aportan gran cosa a nuestro crecimiento. Se trata de entrar en la mentalidad de invertir el tiempo de la manera más provechosa para nuestra vida y ministerio. En cuanto a la temática que convendría considerar para el estudio personal podemos tomar ideas del n.95 del Directorio para el Ministerio y la vida de los presbíteros (2013). Ahora, el primer objetivo que debemos proponernos y que será el motor para nunca dejar de estudiar es “afianzar nuestra fe”. Crecer en conocimiento, nos permite nuevas maneras de acceso al misterio y por ende de vivencia y transmisión de ese misterio. La vida del sacerdote a de ser una búsqueda permanente de Dios, por ello no debe ser secundario el estudio de la Sagrada Escritura, de la Tradición de la Iglesia y del Magisterio, además de una reflexión teológica sistemática. Además de afianzarnos en el estudio personal, nos sería muy conveniente aprovechar espacios sacerdotales para animarnos mutuamente a crecer en el interés por el estudio y la reflexión, como los grupos de amistad sacerdotal o las pequeñas comunidades de vida y ayuda. ¡Hagámoslo!
José Humberto