A todos nos gustan los regalos. Que nos sorprendan con un regalito en un día especial como por ejemplo en el cumpleaños o un aniversario señalado. Pero mejor si es un día ordinario y no lo esperamos, ¡qué alegría recibirlo! Pues el regalo que nos quiere dar Dios Nuestro Señor es tan grande y maravilloso que ciertamente debemos prepararnos.

La expectativa.

El gran regalo de la Redención de Jesús se preparó desde hacía muchos años que se convirtieron en siglos de profecías, de expectativas y de anhelo. Cuando uno espera el regalo y se prepara para recibirlo se disfruta más. La incerteza y la expectativa aumentan el deseo y el deseo crea más amor. «Ya se cumplió el plazo señalado, y el reino de Dios está cerca. Vuélvanse a Dios y acepten con fe sus buenas noticias.» (Mc 1,15).

¿Cuál es el regalo?

El regalo que nos trae Jesús es múltiple: Él mismo es el regalo del Padre y no podríamos esperar mejor don. Cristo es Vultus Misericordiae (el rostro de la misericordia del Padre). Y además, es el Salvador de nuestros pecados, y es el Redentor de nuestras almas, nos recompra para ser propiedad de Dios, y es Él quien nos trae el Espíritu Santo, “Amor Divino” y nos trae la Filiación Divina y nos trae su Amistad por la Gracia Santificante… Como podemos ver, Jesús “El Regalo del Padre” contiene muchos más regalos y cada uno de ellos es de un valor inigualable.

La razón de tales regalos.

No podemos decir de ninguna forma que “nosotros nos merecemos el regalo”. No. Todo es gracia, todo es don. Nosotros no somos la razón de los regalos de Dios Padre, sino su Amor y su Bondad inigualables los que se derraman en nuestras vidas. Ojalá que pudiéramos pensar que, por ser tan buenos y por habernos portado tan bien, nos merecemos ese regalo tan maravilloso. Pero, tristemente no es así. Nos hemos portado mal, por decir poco. No merecemos nada de Dios. Pero Él, nuestro Padre desea para cada uno de sus hijos e hijas, una vida plena (Jn 10,10). El corazón de Dios es tan maravilloso, tan bueno y amable que nos ve y nos desea lo mejor. El amor de ágape, la caridad que procede de Dios es absolutamente gratuito. Y nosotros somos su beneficiados, sus hijos amados.

¿Qué podemos hacer ante tamaño regalo?

Responder al amor misericordioso de Dios que nos ha amado primero (1 Jn 4,10)».
Es decir, “volvernos a Dios”, que implica voltear la mirada al rostro de nuestro buen Padre Dios y agradecerle de todo corazón semejante regalo. “Tanto amó Dios al mundo que le entregó su único Hijo, para que todo el que crea en Él, tenga la vida eterna” Jn 3´10. Nuestra verdadera y perfecta actitud es la de la gratitud. ¡¡Gracias Dios mío, gracias!!

La correspondencia.  

Cuando nos hemos sentido beneficiados por los dones y regalos de Dios, mejor dicho, por El Regalo que es Cristo, por el cual recibimos todos los demás, nuestra alma se nos llena de deseos de corresponder con toda el alma. Por ello la Iglesia nos invita año con año, en las solemnidades de la Pascua, a meditar, valorar y profundizar en ese don: la redención y la salvación de Jesucristo. En esa medida podremos agradecer y corresponder ante tanto amor y caridad desinteresados de parte de Dios. Hagamos como María Santísima que “guardaba todos esos acontecimientos, meditándolos en su corazón” y de ahí brotaba el amor de Nuestra Madre del cielo a Dios Padre, rico en misericordia.  

Padre Fernando Manuel Limón

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