EL “PARA QUÉ”

¿Te ha tocado asumir un traslado, a alguna otra situación aparentemente injusta? O ¿Te ha sorprendido alguna buena oportunidad de progreso, sin saber el por qué y el para qué de ella?

Todos buscamos sentirnos bien, contentos, ser felices. Para conseguirlo, las personas van por diversos caminos. Muchos lo primero que buscan es “lo que les gusta”, lo que les place. Eso cuesta y no todos lo consiguen. Otros van por el camino de luchar para responder a sus propias necesidades y a las de su familia. En el camino, unos y otros, encontramos dificultades y alegrías, éxitos y fracasos, luces y sombras.

Por eso, para comprender y responder eficientemente a esas diversas situaciones, son muy importantes varios pasos.  El primero es el de saber “qué” nos pasa y qué les pasa a otros. Qué pasa en la comunidad, en el País y en el mundo. Darnos cuenta del camino que llevamos, de la situación que vivimos y de los resultados que estamos obteniendo. El conocer nuestra propia realidad y la de los demás nos ayuda a valorar lo que tenemos y a reconocer lo que nos hace falta. Conocer el “qué nos pasa” es, entonces, muy importante.

Necesitamos, además, hacer un segundo paso: conocer el “por qué” de lo que nos pasa, o de lo que pasa en la comunidad. Conocer los síntomas de la enfermedad algo ayuda, pero conocer las causas de ella es decisivo para afrontarlas. No logramos comprender completamente el “por qué” de muchas situaciones, pero el esfuerzo de conocer las razones, los motivos, los factores, que han incidido, nos ayudan a comprender mejor las situaciones y a afrontarlas de manera más razonable y eficaz. Nos ayuda a superar juicios injustos que hacemos sobre la realidad de las cosas y de las personas.

En todas las situaciones y momentos de la vida, y sobre todo en las dificultades, es necesario dar un tercer paso de discernimiento para conocer el “para qué”. Es el paso que nos da luz y fortaleza para comprender y afrontar bien un traslado imprevisto, un conflicto, una enfermedad, un accidente, la muerte de un ser querido, o un problema que se nos presenta injustificadamente, u otras situaciones dolorosas. Es un paso necesario, también, cuando uno se acerca más a Dios, redescubre los dones recibidos de Él y se siente movido a darle nuevas respuestas. Encontrar el “para qué” que tenemos nosotros mismos ante cada situación. Pero, sobre todo, encontrar y aprovechar el “para qué” de Dios en las diversas situaciones de nuestra vida.

Dios es el que nos acompaña y nos ayuda a sacar provecho de los dones que nos ha dado, del encuentro con las demás personas, de los servicios que realizamos. Dios nos ayuda a afrontar con fortaleza y sabiduría las dificultades y a sacar provecho de situaciones dolorosas que se nos presentan. Ciertamente, a los que aman a Dios todo les sirve para el bien (Rom. 8, 28). 

La propuesta de hoy es que compartamos con otros dos hermanos sobre lo que más nos está ayudando a discernir el “para qué” de Dios en nuestra vida. Nos ayudará muchísimo.

Julio

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