“Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras, sin abandonar vuestra propia asamblea, como algunos acostumbran a hacerlo, antes bien, animándoos: Tanto más, cuanto que veis que se acerca ya el Día” (Hebreos 10,24-25).
Apreciados hermanos, que bella es la vida en comunidad, cómo nos ayuda en el desarrollo de todas las áreas y dimensiones de nuestra vida; es el pilar de nuestro servicio ministerial como consagrados. Sé por experiencia propia que a veces se asienta la vida comunitaria y como seres humanos imperfectos que somos en muchas ocasiones le hacemos difícil la vida a nuestros hermanos o por el contrario ellos nos hacen la vida difícil a nosotros; pero eso es lo bonito de la convivencia ya sea en familia o en comunidad. Las dificultades que muchas veces se nos presentan en el caminar con los hermanos nos ayudan e impulsan a ser cada día mejores seres humanos y a evaluarnos en nuestro interior y relación con Dios, porque no nos mintamos hermanos, si no estamos bien a nivel espiritual en nuestra vida personal, será muy difícil estar bien en la comunidad y mucho menos aportar a la edificación espiritual de quienes nos rodean y de nosotros mismos.
Hoy quiero exhortarlos a que cada uno de ustedes que lee esta columna, se ponga la meta de ser cada día una persona más orante, que frecuente más los sacramentos, que fortalezca su oración personal para así poder ser parte de la edificación espiritual de sus hermanos de comunidad. Lo digo por tantos de nosotros sacerdotes que en ocasiones, por tantas responsabilidades; descuidamos nuestra oración personal y afectamos el crecimiento de nuestros hermanos de comunidad.
Es hermosa la virtud de la humildad que no lleva a reconocer nuestras propias fallas y el porqué de las dificultades en la vida comunitaria.
Carlos Alberto