A muchos sacerdotes nos ha tocado estar dedicados a una abundante administración de sacramentos, celebrando, incluso, bastantes eucaristías los días domingo. En este momento, estamos en el otro extremo por la imposibilidad de recibir personas y de salir a buscarlas. A pesar de ello, nos es muy útil valorar lo que Dios nos ha dado en nuestro ministerio de los sacramentos.
Una forma de valoración será el ver qué tanto les ha estado sirviendo a nuestros fieles su participación en los sacramentos. Otra valoración complementaria será la de medir que tanto me ha estado sirviendo a mí mismo la celebración de la Eucaristía y de los demás sacramentos.
Ellos son sacramentos de vida y están hechos para servirnos muchísimo. Solo que para que ayuden en la santificación se han de celebrar de una manera determinada.
La Iglesia en el Concilio Vaticano II nos recuerda; “Como ministros sagrados, sobre todo en el Sacrificio de la Misa, los presbíteros ocupan especialmente el lugar de Cristo, que se sacrificó a sí mismo para santificar a los hombres; y por eso son invitados a imitar lo que administran; ya que celebran el misterio de la muerte del Señor, procuren mortificar sus miembros de vicios y concupiscencias. En el misterio del Sacrificio Eucarístico, en que los sacerdotes desempeñan su función principal, se realiza continuamente la obra de nuestra redención, y, por tanto, se recomienda con todas las veras su celebración diaria, la cual, aunque no pueda obtenerse la presencia de los fieles, es una acción de Cristo y de la Iglesia. Así, mientras los presbíteros se unen con la acción de Cristo Sacerdote, se ofrecen todos los días enteramente a Dios, y mientras se nutren del Cuerpo de Cristo, participan cordialmente de la caridad de Quien se da a los fieles como pan eucarístico” (PO, 13).
Cada Eucaristía es acción de Dios y acción del Pueblo de Dios. Es de toda la Iglesia y por todo el mundo. Por eso, la Iglesia reglamenta que tengamos menos eucaristías, pero mejores eucaristías, solo las que se necesiten pastoralmente.
Que la Eucaristía de mañana y de cada día, me sirva muchísimo más, a mí mismo y a los que vengan a participar.
- Me una más a Jesucristo, y a su entrega sacrificial.
- Me avive la caridad pastoral recibiendo de la caridad de Cristo, imitando lo que celebramos.
- Me configure con Él, que se inmola como sacerdote, Altar y víctima.
Preparémonos y preparémosla bien. Hagámoslo con gozo pascual. Que sean muchos los frutos para tí y para tu comunidad.