LA ORACIÓN PERSONAL
“Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.” (Mateo 6,6).
La oración personal es ese encuentro íntimo de la creatura con el creador, es ese momento del día que se dedica a comunicarse con Dios y que será el pilar de la vida de cada ser humano.
Este encuentro personal con Jesucristo es un diálogo que se realiza entre dos amigos que se sientan a hablar cariñosamente de las cosas privadas más trascendentes y más importantes. En este encuentro se abre el corazón a Dios y se expresa desde el corazón lo que se siente por ÉL, se le alaba y agradece por todo lo que permite en la vida y se le confían todas las necesidades e inquietudes del corazón.
El numeral 2558 del Catecismo de la Iglesia recoge la definición de Santa Teresita del Niño Jesús sobre la oración “Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como en la alegría”.
Ya lo decía San Juan Pablo II el 14 de marzo de 1.979: “La oración es un diálogo misterioso pero real con Dios, un diálogo de confianza y amor”. En este diálogo aprendes a ponerte en las manos amorosas del Padre Dios, como un niño que se confía y abandona en los brazos de su papá.
La oración personal hermanos, es recargar el alma, es alimentar el espíritu y fortalecerlo para los momentos de prueba que se puedan presentar durante el día a día y a lo largo de la vida. Es abandonarse en los brazos del Padre celestial que nos acoge aun cuando nos sintamos los menos favorecidos con su presencia, pues sabe mejor que cada uno de nosotros lo que necesitamos para nuestra salvación y lo que verdaderamente conviene a nuestra alma.
Este es un gran regalo del Espíritu Santo, sed por orar, deseo de Dios y también cierto valor para dedicarle tiempo al Señor. Dios llama incansablemente a cada persona al encuentro misterioso de la oración; Él es el que toma la iniciativa en la oración poniendo en nosotros el deseo de buscarle, de hablarle, de compartir con Él nuestra vida. La persona que reza, que se dispone a escuchar a Dios y a hablarle, está respondiendo a esa iniciativa divina.
Que en el ritmo de nuestra vida siempre haya momentos que pertenezcan al Señor, momentos consagrados a Él, no necesariamente muy largos, lo importante es ser fiel a ese encuentro con el Señor cada día; pueden ser unos minutos diarios pero que sean sagrados y que los saques sin excusas. Ya que siempre se presentan mil pretextos para evadir esa cita diaria y hoy en día falta valor para ser fiel a ese momento que hemos decidido dedicar cada día a Dios.
La fidelidad y disciplina en la oración personal de cada día, va trayendo a nuestra alma mucha paz y claridad en los aconteceres del diario vivir, en las decisiones que debemos tomar cada día.
Lo más hermoso de la oración es que nos pone cada vez más en contacto con Dios, ese vínculo con Dios se hace cada vez más profundo, cada vez más fuerte, pero también al mismo tiempo me pone en contacto conmigo mismo, estoy en contacto con mi personalidad, la más profunda, y puedo desarrollar mi verdadera identidad eterna de hijo de Dios, esto poco a poco se va convirtiendo en realidad y ese es el trabajo que el Espíritu Santo va obrando en cada persona.
Los exhorto a seguir perseverando en su oración personal y si aún no la has incluido en tu diario vivir, te invito a que la empieces a incluir en tu agenda de cada día con disciplina, fidelidad y perseverancia.
Hagámoslo.
CARLOS ALBERTO