¿Cómo es mi genio con los hermanos de la comunidad? Muchos se entienden bien con todas las personas y afrontan con serenidad y equilibrio las dificultades y conflictos. Otros tienen dificultad con su temperamento, se alteran fácilmente ante las contrariedades, generan conflictos y sufren mucho, luchan por mejorar. Todos quisiéramos estar bien con todos.
Es cierto que pueden ser diversos los factores que nos lleven a la ira: el mal percibido, el orgullo personal, la soberbia, la enfermedad, etc. Hay quienes defienden que se les debe soportar con su mal genio, porque ellos ya son así. Hay quienes luchan por años para superarse en este campo.
Para afrontar esas dificultades, o para ayudar algún hermano a superarlas, nos sirve recibir un testimonio de alguien que logró superarse. Era uno de los que se encendían en ira ante las injusticias que veía, o ante el mal que percibía, que luchaba sin éxito por mantener su paz. Aunque no reaccionaba con palabras o con acciones fuertes, sin embargo, en su interior se requemaba en cada una de esas situaciones. Esto le generaba tensionamiento interior y exterior y dificultad para la comunión y el servicio con los hermanos. Ya, al borde del fracaso, encontró un sacerdote sencillo que le hizo caer en cuenta de que lo que él tenía no era un problema, sino un valor. Le hizo comprender que detrás de su ira lo que había era un acentuado sentido de justicia, lo cual era muy valioso y podía ser reorientado para superar el problema. La dificultad del mal genio no provenía de la injusticia sino del camino de hacer justicia por su propia mano, juzgando y sentenciando por sí mismo. En cambio, ese día aprendió que es posible obrar la justicia sin juzgar, sin hacer mal, amando y construyendo el bien. Practicó unos ejercicios para comprender y amar al que hace el mal y para responder a las situaciones de injusticia. Desde entonces, ese hermano no volvió a pelearse con los demás, ni consigo mismo, vive en paz y obrando la justicia. Aprendió la lección: Vengan a mí todos los que están fatigados y sobrecargados, y yo les daré descanso. Tomen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón (Mt 11, 28 – 29).
A todos nos sirve saber que podemos mejorar nuestro genio y tratar mejor a los hermanos que Dios pone en nuestro camino. A todos nos llama el Señor a no juzgar, sino a orar y a hacer el bien al que haga el mal. A sacrificarnos y a perdonar de corazón a quien nos ha ofendido.
Compartamos con otro hermano esta reflexión y ayudémonos a mejorar nuestro genio y todo nuestro ministerio.