Para los presbíteros, la relación con el Obispo debe tener especiales acentos de comunión y servicio. Nos conviene recordar lo que significa la persona del Obispo, a quien nos une un especial vínculo por el sacramento del Orden y por la constitución jerárquica de la Iglesia. Ante todo, el Obispo debe ser para nosotros un padre, un hermano, un amigo, y ser y sentirnos sus más directos colaboradores (cfr. CEC 1567). Pero todos nos preguntamos ¿cómo crecer en la comunión con el Obispo, como ser más cercanos? Lógicamente la cercanía y comunión de los presbíteros con su Obispo implica la búsqueda de las dos partes. El Papa Francisco Hablando de “las cuatro cercanías del sacerdote”, se refiere a la cercanía con el Obispo. Nos invitaba a entender la obediencia como la característica más fuerte de los vínculos que nos unen en comunión. “Obedecer al Obispo, significa aprender a escuchar y recordar que nadie puede pretender ser poseedor de la voluntad de Dios, y que ésta solo puede entenderse a través del discernimiento”. “Por su parte el Obispo -dice el Papa- no es un supervisor de escuela, no es un vigilante, sino un padre, y debería ofrecer esta cercanía. El Obispo sea quien sea, permanece para cada presbítero y para cada Iglesia particular como un vínculo que ayuda a discernir la voluntad de Dios. Pero no debemos olvidar que el Obispo mismo sólo puede ser instrumento de discernimiento si también él se pone a la escucha de la realidad de sus presbíteros y del pueblo santo de Dios que le ha sido confiado”. (Discurso del Papa Francisco al Simposio “por una teología fundamental del sacerdocio”)
Todo presbítero se sabe perteneciente a una familia o presbiterio, bajo la autoridad de un Obispo. Pero es conveniente que los presbíteros pensemos constantemente en nuestro Obispo y en la manera cómo podemos ayudarle convenientemente en su servicio pastoral. Una manera de hacerlo es realizando con entrega, fidelidad y eficacia el encargo o el oficio al que nos ha destinado, siendo así para él un descanso, una alegría, una satisfacción y un estímulo para seguir entregándose en su servicio.
Todos los días en la santa misa recordamos a nuestro Obispo con nombre propio en la plegaria eucarística, no permitamos que esto se convierta en una simple rutina, más bien que sea la manera de renovar nuestro cariño, aprecio y de unirnos espiritualmente a él y a sus intenciones. Recordemos lo que dice el DMVP 32 “el sacerdote, al rezar por…y el propio Obispo, no expresa solo un sentimiento de devoción, sino que da testimonio de la autenticidad de su celebración”. No perdamos la oportunidad de encontrarnos con nuestro Obispo y el presbiterio, en las celebraciones eucarísticas especiales, atendiendo a aquellas hermosas palabras de San Ignacio de Antioquia en su carta a los Efesios “Así pues, esforzaos en reuniros frecuentemente para la acción de gracias y para la gloria de Dios. Pues cuando os reunís con frecuencia las fuerzas de satanás son destruidas, y su ruina se hace por la concordia de vuestra fe” (XIII, 1).
La comunión en el servicio debe ser también un empeño constante en nuestra relación con el Obispo “no hagáis nada sin el Obispo”, decía San Ignacio de Antioquia a los Filadelfios (VII, 2). Es importantes convencernos de que “también la unión filial con el propio Obispo es una condición indispensable para la eficacia del propio ministerio sacerdotal…evitando todo subjetivismo en el ejercicio de ministerio y adhiriéndose corresponsablemente a los programas pastorales” (DMVP2 33). Por ello, nos es muy conveniente “acoger con gratitud, e incluso buscar con regularidad, directrices de parte del Obispo o sus representantes para el desarrollo del propio ministerio pastoral” (DMVP2 33). Que la relación con nuestro Obispo sea siempre vista desde la fe y alimentada con la oración. Compartámoslo.
José Humberto