En primer lugar, deseo expresar mi más profundo agradecimiento a Dios, cuyo amor y gracia infinita me han permitido vivir esta enriquecedora experiencia de renovación sacerdotal. Agradezco a Su Reverencia por brindarme la oportunidad de participar en este curso del Programa de Renovación Sacerdotal.
Al inicio de este curso, llegué con muchos miedos e incertidumbres, e incluso con deseos de no estar aquí. Sin embargo, confié en lo que la Iglesia, a través de Su Reverencia, me enviaba, sabiendo que la obediencia es el camino más seguro para mi crecimiento espiritual y pastoral. Esta experiencia, lejos de ser un castigo, ha sido un verdadero regalo y una bendición para mi ministerio.
Esta casa y este curso han sido de gran ayuda para despertar la alegria en mi ministerio y me han motivado a buscar una formación permanente. Como los caminantes de Emaús, durante estos meses he podido reconocer al Señor en la fracción del pan (Lc 24,35), sintiendo su presencia viva y transformadora en mi vida.
Quiero extender mi sincero agradecimiento al equipo de formadores del Instituto Pastoral del Clero, a los compañeros sacerdotes que compartieron esta experiencia de Emaús, a las hermanas Siervas de la Iglesia, así como al personal de la Casa de Encuentros El Rodeo Santa Ana. Todos ustedes han sido instrumentos de Dios para mi renovación sacerdotal.
Este tiempo ha sido uno de encuentro con Dios y conmigo mismo. He encontrado el descanso en Él y he contemplado la belleza de su amor. Ha sido un período de revisión interior, reconociendo mis falencias humanas y sintiendo el deseo de superar mis errores, fortalecido por la misericordia divina. Como nos recuerda San Pablo, “cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Cor 12,10).
La experiencia vivida me ha llevado a valorar la grandeza del sacerdocio y la vocación. Deseo seguir adelante, dando lo mejor de mi, confiando siempre en Dios y en su auxilio divino. Animo a otros
sacerdotes a no temer esta experiencia de Emaús, pues es un bálsamo valioso para la vida sacerdotal, una verdadera renovación y encuentro con Dios.
Este curso me ha enseñado a reconocer la importancia de salir de mi autosuficiencia y dejarme ayudar por la Iglesia, que siempre busca lo mejor para mi y mi ministerio. Durante este tiempo, con la ayuda del psicólogo César, he comprendido la necesidad de seguir algunas terapias para sanar mi interior y trabajar al máximo de mi potencial, para servir mejor en mi misión pastoral. Como dice el Salmo, “El Señor es mi pastor, nada me falta” (Sal 23,1).
Pido a Dios que me dé la fuerza y la fidelidad para continuar en mi vida y vocación sacerdotal, confiando en su amor y guía.
Que Dios lo colme de muchas y santas bendiciones en su ministerio pastoral y que nuestra madre María Santísima lo guarde.
Padre John Paul