¿De qué te sirve hacer tantas cosas? ¿Cuáles frutos te han quedado de tu trabajo pastoral? Algunos se sienten muy felices por los frutos personales cosechados. Pero otros hermanos se sienten fracasados porque les ha quedado poco de su – mucho o poco – trabajo realizado.

Es cierto que le estamos sirviendo a los demás, pero más cierto es que ese mismo pan ha de alimentarnos primero a nosotros. Nos es suficiente ver el alimento, o servirlo a la mesa. Hay que probar y comer del alimento para ver su sabor y para empezar a alimentarse de él. Necesitamos comer y alimentarnos de lo mismo que le servimos a los demás. En nuestro ministerio hemos de aprovechar mejor el alimento que le servimos a los demás y esa es la primera respuesta de nuestra fidelidad al Señor.

Servir y alimentarnos de la Palabra. Anunciar el Kerigma, hacer la catequesis, presentar la Homilía y acompañar a los fieles en su educación continua de la fe. Esa misma Palabra que servimos es la que nos ha de alimentar primero y más a nosotros. Nos alimentamos en la buena preparación del servicio, cuando proclamamos bien la Palabra y cuando cultivamos esa semilla que Dios deja sembrada en nosotros. Antes y más que los demás, nosotros nos hemos de mover a asimilar la Palabra en nuestra vida y a ponerla en práctica.

Servir y alimentarnos de los Sacramentos, de la Liturgia de las Horas, del Año Litúrgico y del acompañamiento espiritual. Celebrar bien los Sacramentos y aprovechar nosotros mismos su gracia en cada uno de ellos. Si es la Eucaristía, recibir al Señor y tener un encuentro personal, comprometernos con él, fortalecer nuestra comunión con los hermanos y vivir una vida eucarística. Si es la reconciliación sacramental, recibir el abrazo misericordioso de Dios, que perdona y fortalece nuestra persona y al penitente, para dar nuevos pasos de conversión. Si son los demás Sacramentos, en cada uno entregar bien a Jesús y recibir nuestra parte para renovar nuestra gracia bautismal, o de la confirmación, o de la consagración de nuestro amor a Dios. Además, aprovechar nosotros, antes y más, la gracia que aporta la Liturgia de las Horas y el Año litúrgico. Aprovechar las bendiciones que Dios nos da por acompañar espiritualmente a varios hermanos.

Servir y alimentarnos de la caridad y de la comunión fraterna. Promovemos y animamos la caridad y la comunión entre los fieles, concretamos el compartir de bienes y de servicios y acompañamos los pasos de la comunidad para madurar en su vida y compromiso eclesial. Esa vivencia comunitaria y de la caridad nos ha de servir primero y más a nosotros como sacerdotes y ha de ser la base para nuestro servicio en este campo. En comunión vamos haciendo nuestro discipulado y con su ayuda vamos realizando nuestro ministerio. Además, cuando promovemos la cooperación a la evangelización universal recibimos bendiciones especiales en nuestra vida y ministerio.

¿Qué hace Ud. después de realizar un servicio ministerial? Seguramente, no sale a la carrera a realizar otro servicio. Ud. reconoce que algo decisivo para aprovechar su gracia es dar gracias después de la Eucaristía o de los demás servicios. Por otra parte, es muy importante discernir cómo Dios quiere que viva lo recibido. Además, la experiencia de la Iglesia muestra la gran utilidad de hacer, cada día, la revisión evangélica de la vida diaria, sobre lo que hemos hecho, lo que hemos recibido y lo que hemos correspondido en ello. Empecemos por dedicar unos minutos a dar gracias, después de la Eucaristía.

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