Cada día nos preguntamos: ¿Qué hay para hoy?, ¿Cuáles son los compromisos más importantes?
Después de todo, lo importante no es solo lo que se haga, sino cómo se haga. ¿Verdad?
Qué hemos de hacer y cómo hemos de hacerlo lo encontramos reflejado en la vida, mensaje y obras del Buen Pastor (Jn 10, 1 – 18), que conoce bien a sus ovejas y las llama a cada una por su nombre; que va delante de ellas abriendo camino y protegiéndolas; que da la vida por ellas para que tengan vida en abundancia; y que resucita para seguir pastoreando sus ovejas en la Iglesia, con nosotros. Eso es ser buen pastor y eso es pastorear bien las ovejas.
Por ello es que hemos de realizar solo y todo lo que nos corresponde, según el ministerio presbiteral que se nos ha confiado: el ministerio de la Palabra, el de la Liturgia, el de la Caridad, el de la Comunión y el de cooperar con la evangelización universal. Ello nos lleva a revisar si todo lo que hacemos nos corresponde hacerlo y ver, a la luz del Buen Pastor, si dejamos de hacer servicios que nos corresponden. Incluso, resultamos revisando la manera como utilizamos nuestro tiempo.
Igualmente, o más, importante es el modo como realice el ministerio. En esto sí que es importante discernir ¿Cómo he de hacerlo? ¿Por qué hacerlo? ¿Para qué hacerlo? La clave está en tener como fuente, motor y meta el amor del Buen Pastor, la caridad pastoral. Que de ella nazca cada servicio, que ése sea el motivo y la fuerza de nuestra acción; así, la motivación permanente será servir a Jesús y, con Jesús, a mis hermanos, vivo para evangelizar, trabajo por el Reino de Dios. Que ella sea el motor y el sabor en su realización. Y que a ella esté orientado lo que hagamos, que trabajemos para dar gloria a Dios sirviendo a nuestros hermanos. Desde la caridad pastoral, con caridad pastoral y por caridad pastoral.
Asumo las actitudes de Jesús y las integro con mi personalidad y situación: servicio, sencillez, humildad, ternura, amor hasta el extremo. Amo y sirvo desde el corazón, mostrando lo que he asimilado de la Palabra de Dios, del amor de Dios. Sirvo llevando a Jesús, con fe, apreciando la gracia que comunico, con respeto y devoción.
Las acciones que realizo son las que corresponden a la evangelización que voy a realizar. Ante todo, entro como hermano y amigo, vivo la comunión con el hermano a quien sirvo. Atiendo a las exigencias de una buena comunicación. Adecuó mi servicio a las personas, al lugar, al dinamismo de la celebración y a las normas litúrgicas o pastorales.
Que los hermanos digan de nosotros: Se nota que cree en lo que celebra; vive lo que dice; comunica su experiencia de Dios, nos acerca a Dios; es un pan de Dios.
Animemos a los que tienen dificultades para realizar bien su ministerio. A los que se les nota falta de fe. A los que comercializan con el ministerio y no celebran cuando no hay estipendio. A los que todo lo hacen a las carreras. A los hermanos que han ido perdiendo el sentido al ministerio y se van dejando llevar de la rutina, del desánimo, de la pereza y de la mediocridad espiritual (Ver Evangelii Gaudium, 81, 82). A los que buscan su propia gloria en las obras que realizan, o buscan intereses personales, u otras ventajas. A los que desperdician su tiempo en el internet y en otras diversiones.
Demos gracias a Dios por el entusiasmo que nos da para realizar bien nuestro ministerio, de manera auténtica, con caridad pastoral y en el Espíritu de Cristo (Ver Presbyterorum Ordinis, 13). Así, el ministerio nos hará crecer integralmente, nos unirá a Dios, nos perfeccionará la caridad y nos asemejará al Buen Pastor, nos hará pastores santos, con buenos frutos pastorales.
Esta semana, compartamos con dos hermanos sobre lo que nos ayuda a realizar bien nuestro ministerio pastoral.