Conversemos de cómo construir, o mejorar, nuestra comunión con otras personas. La “espiritualidad de comunión” nos propone un segundo paso, decisivo y eficaz en esta tarea. No es suficiente encontrarme con Dios y recibir su amor. Es necesario encontrarlo en el hermano.
El segundo paso es reconocer y apreciar la presencia y la acción de “Dios Amor en la otra persona”. Con la luz de la fe y con mi experiencia del amor de Dios, logro encontrar a Dios Amor, su presencia y su obra, en la otra persona. Me siento interpelado por Jesús a reconocerlo y a servirlo en los hermanos más pequeños: lo que has hecho y lo que nos has hecho con ellos… “conmigo lo hicisteis” (Cf Mt 25, 40). Seguramente, tienes muchas experiencias al respecto.
Dar este paso es muy importante en la construcción de la comunión fraterna porque me lleva a reconocer la dignidad y el valor ante Dios de la otra persona. Supero la tentación de ver a la otra persona con una mirada materialista y utilitarista, la tentación de juzgar y de reaccionar con medidas humanas. Encuentro y amo a Dios en el otro, y ello me hace reconocer y amar al hermano. Veo y siento al otro como Dios lo ve y lo siente. Reconozco que Dios está en él y lo ama mucho. Por ello, por amor a Dios, aprecio, amo y respeto a la otra persona, sin hacer discriminaciones sociales, raciales, religiosas, etc. Se me abre el espacio para una comunión fraterna.
Por encima de las condiciones humanas de nuestro encuentro, antes de todo lo que podamos conversar o compartir, se trata de ver a Dios en el hermano y de querer amarlo y servirlo, como Él me ama y me sirve.
No es fácil, pero siempre es posible con la ayuda del Espíritu Santo, encontrar y servir a Dios aún en el hermano que me ha ofendido, o en el que nos parece que está muy lejos de Dios. Lo que nos salva siempre es no juzgar, sino amar. ¿Verdad?
Compartamos esta reflexión con otros dos hermanos, buscando espacios para ponerla en práctica.