San Bartolomé de los Mártires

Nació en Lisboa en mayo de 1514. Provenía de una familia acomodada y conocida por su gran semblanza espiritual. Nació con una seña particular: tenía una cruz bien delineada en el exterior de su mano derecha, con una flor de lis en cada punta.

Cursó estudios elementales y después gramática y latín; en tanto, la predicación de los padres dominicos inspiraron su vocación al sacerdocio. Ingresó en dicha orden (1528), donde practicó la penitencia y la mortificación que le caracterizaron.

Después de su ordenación sacerdotal continuó estudios en Batalha.  y años después, por obediencia, fue obispo en Braga (1559).

Su celo pastoral infundió en la feligresía el amor a Dios, por medio de la oración y la contemplación; asimismo, corrigió con firmeza, las costumbres incorrectas del clero y del pueblo. Participó en el concilio de Trento (1561) y, al regresar a Braga, convocó el IV concilio provincial (1564) para dar a conocer los decretos de Trento.

“Su extraordinaria misión pastoral es el resplandor exterior de su vida interior, capaz de suscitar afabilidad y mansedumbre en las relaciones humanas, misericordia y generosidad con el pueblo, celo y fervor en el ministerio de la predicación, paciencia y constancia en la adversidad y la persecución”.

San Bartolomé de los Mártires trabajó de manera incansable por la renovación de su diócesis, mostrándose cercano, visitó las 1300 parroquias en visita pastoral cada tres años. “Su pasión por la Iglesia le llevó a prestar una gran atención al tema de la reforma, pidiendo a los sacerdotes y a los fieles laicos una mayor coherencia y fidelidad al Evangelio. Ante una realidad eclesial marcada por el espíritu mundano de falta de preparación e inercia, promovió eventos formativos para sacerdotes y laicos, relanzando la importancia de la catequesis. Trabajó incesantemente y con éxito para elevar las condiciones morales y materiales de los sacerdotes, construyendo también el seminario diocesano.

Cansado, enfermo y sin fuerzas, en 1581 presentó al Papa Gregorio XIII una petición de dimisión, que fue aceptada. Inmediatamente regresó a Viana, al convento que había fundado y donde pasaría los últimos ocho años de su vida”.

San Bartolomé hizo de su vida y de su ministerio una ofrenda incesante a los encargados de su cuidado pastoral, no gobernando el rebaño desde lejos, sino saliendo al encuentro de los demás con un inmenso celo apostólico. Así se ha convertido en una imagen de lo que el Santo Padre Francisco ama llamar una Iglesia “saliente”, siempre en camino, para compartir la existencia de las personas, especialmente de las que están al margen de la sociedad, para encender luces y calentar corazones que ayuden a las personas, para encontrar el sentido de la vida y de la historia.

Fue beatificado en 2001 por SS. Juan Pablo II y canonizado por SS. Francisco en el 2019.

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