Nació en Civitavecchia, Italia, el 1 de enero de 1745; Inteligencia y piedad marcaron su paso por el seminario en los que su amor a Cristo crucificado presidía su acontecer. Antes de recibir el sacramento del orden fue prefecto y luego rector del seminario de Bagnoregio en los que ya se advertían sus numerosos dones y celo pastoral. Cuando conoció a Pablo de la Cruz en una misión, quedó seducido por su ardor apostólico y virtud, y le pidió ingreso en los pasionistas, a lo que Pablo accedió.
Hombre humilde, sencillo, abnegado, de intensa oración y penitencia, fue incluido en el cónclave que eligió a Pío VII y votado por una parte de los cardenales. No quiso distinguirse nunca de sus hermanos, y lejos de aceptar prebenda alguna por razón de su oficio: superior, provincial, consultor general, efectuaba las labores cotidianas en la huerta y en la cocina como uno más. Fue agraciado con el don de profecía y de penetración de espíritus; en sus predicaciones acaecieron hechos prodigiosos. En 1801 Pío VII lo nombró obispo de Macerata y Tolentino. Aunque aceptó el nombramiento, su deseo habría sido vivir como simple religioso pasionista. Tiempo después, cuando el Papa León XIII se hallaba enfermo, ofreció su vida por la de él y éste sanó de improviso, muriendo él repentinamente en el curso de una semana el 1 de enero de 1924. Fue beatificado por Pío XI el 26 de abril de 1925, y canonizado por Pío XII el 11 de junio de 1950.