En la liturgia de la Iglesia Católica existen dos Octavas: la Octava de Navidad y la Octava de Pascua. A continuación compartimos qué son, cómo surgen y cuál es su importancia en la Iglesia Católica.
En primer lugar, una octava es un conjunto de ocho días consecutivos en los que la Iglesia celebra una gran Solemnidad.
Origen y evolución de la octava
Por ejemplo, luego que nacía un varón, “el octavo día era el día de la circuncisión”. Además, “fue también el octavo día en el que concluyeron la fiesta de dedicación del Templo bajo Salomón y su purificación bajo Ezequías”, indica la EC.
En el origen del cristianismo, no se celebraba ninguna octava. Pero la EC describe que en el siglo IV surgen las octavas de Pascua y Pentecostés. Asimismo, indica que “la primera octava” que se conoce en el cristianismo fue la celebración por la “Dedicación de las iglesias de Tiro y Jerusalén, bajo Constantino”, que duró ocho días con solemnidades.
Con el tiempo la Navidad y la Epifanía tuvieron cada una su octava. E incluso las fiestas de algunos santos importantes también eran festejadas con octavas. Poco a poco todo esto se fue regulando y en la actualidad el Misal Romano sólo contempla dos octavas: la de Navidad y la de Pascua.
Octava de Navidad
La Octava de Navidad inicia el día del Nacimiento del Señor, cada 25 de diciembre, y concluye el 1 de enero con la Solemnidad de María Madre de Dios. Ambas son fechas fijas.
Cada 26 de diciembre se celebra a San Esteban Protomártir, el 27 a San Juan Evangelista y el 28 a los Santos Inocentes.
De acuerdo al Misal Romano (versión de México), si hubiera un domingo entre los días que inicia y termina la Octava de Navidad, ese día se celebra la Fiesta de la Sagrada Familia. Si no es así, entonces esta fiesta se festeja el 30 de diciembre.
Octava de Pascua
La Octava de Pascua tiene fechas móviles porque depende de cuándo se celebre la Semana Santa. Pero algo que sí es fijo es que inicia el Domingo de Resurrección y concluye el siguiente domingo, en el que hoy la Iglesia festeja a la Divina Misericordia.
El Misal da una indicación muy particular para la Octava de Pascua. Todos estos días, al final de la Misa, el sacerdote o el diácono canta: “Pueden ir en paz, aleluya, aleluya”. Y los fieles responden: “Demos gracias a Dios, aleluya, aleluya”.