Señor de la vida, enmarcados en la alegría y el gozo por la resurrección de Cristo, ponemos en tus manos la Iglesia que peregrina en Cuba, donde cuesta profesar la Fe y declararse cristiano. Sin embargo, allí hay grandes testimonios de perseverancia, fidelidad y amor por el Señor, y un gran sentido de pertenencia por la Iglesia. Concédeles muchas bendiciones, fortaleza, salud, abundantes vocaciones sacerdotales y religiosas, y muchos misioneros que con la alegría propia de la Isla, sigan anunciando el Evangelio aún en medio de las dificultades que hacen más valioso y auténtico el seguimiento del Señor. Nos encomendamos a Nuestra Señora de la Caridad del Cobre para que nos cubra a todos con su manto maternal.