- Moisés habla al pueblo, invitándolo a hacer memoria de la experiencia de Dios que ha vivido en su historia. Situaciones difíciles pueden hacer flaquear o perder la fe en Dios, pero hay que aprender a interpretar el actuar de Dios. Luego, hay que aprender a distinguir a Dios de cualquier otra realidad y pensar que la única relación que nos conviene con él es la relación de alianza amorosa y fiel (Dt 4,32-34.39-40).
- El Espíritu Santo es quien nos da testimonio de nuestra condición de hijos de Dios, pero no solo eso, sino que Él es quien nos va configurando poco a poco con Jesús, para que esta condición de Hijos vaya madurando y cada vez seamos más capaces de los dones celestiales (Rm 8,14-17).
- En el Evangelio Jesús nos revela la mayor comprensión de Dios que como creaturas humanas podamos alcanzar “Dios es Padre, Hijo y espíritu Santo”. Pero no solo eso, sino que manda a sus apóstoles a introducir a los hombres, mediante el bautismo, en la vida del Dios Trinitario, es decir, en aquel misterio de comunión eterna y vivificante, para que los hombres vivan la sobrenatural novedad que dan la fe, la esperanza y la caridad (Mt 28,16-20).
- En cada Eucaristía percibimos el cumplimiento de la promesa de Jesús en toda su realidad y verdad “Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días, hasta el final de los tiempos”. Por ello respondamos a su promesa amorosa, de igual manera, “estando siempre con Él”: Escuchando su Palabra, recibiendo su Cuerpo y su Sangre y caminado siempre en comunión con su Iglesia.
- CEC 202, 232-260, 684, 732: el misterio de la Trinidad; CEC 249, 813, 950, 1077-1109, 2845: en la Iglesia y en su Liturgia; CEC 2655, 2664-2672: la Trinidad y la oración; CEC 2205: la familia, imagen de la Trinidad.