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  • Pedro y los Once dan testimonio ante todo Jerusalén de la resurrección de Cristo. Mensaje destinado a cambiar el mundo y a dar la esperanza definitiva a todos los hombres. Desde entonces es el primero y más importante anuncio que los cristianos llevamos a todos los rincones de la tierra (Hch 2,14.22-33).
  • El apóstol Pedro invita a los creyentes a no vivir esta vida de manera inconsciente, sino a vivir a fondo la relación filial con el Padre en la cual hemos sido introducidos en virtud de la sangre de Cristo. Relación en la cual debemos imitar en todo a Aquél que antepuso siempre la voluntad del Padre a la suya propia. Aquél, que si bien, en la obediencia fue muerto para redimirnos, tuvo como desenlace la resurrección gloriosa, la exaltación suprema; y por ello lo asumimos como el modelo único y definitivo de nuestras vidas (1P 1,17-21).
  • Como los discípulos de Emaús, todos los discípulos de Cristo estamos llamados a dejar que su palabra haga arder nuestro corazón y nos convenza de que las promesas de Dios son verdaderas y se cumplen. También como ellos, debemos dejar que Jesús nos abra cada vez más los ojos, para contemplarlo vivo, presente y actuante en la eucaristía (Lc 24,13-35).
  • En cada eucaristía nos encontramos con el Resucitado que nos invita a asumir con mayor profundidad la vida nueva que nos ofrece. A la vez, nos da pautas y nueva gracia, para que seamos continuadores de su misión de salvación en el mundo.
  • CEC 1346-1347: la Eucaristía y la experiencia de los discípulos en Emaús CEC 642-644, 857, 995-996: los Apóstoles y los discípulos testigos de la Resurrección CEC 102, 601, 426-429, 2763: Cristo, la clave para interpretar las Escrituras CEC 457, 604-605, 608, 615-616, 1476, 1992: Jesús, el cordero ofrecido por nuestros pecados
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