- Los Apóstoles desde el principio tenían muy claro cuál era su principal función predicar la Palabra y orar. Por ello, piden a la comunidad de creyentes colaborar con el servicio de la caridad a fin de no descuidar el encargo que les dejó el Señor “Id al mundo entero y predicad el Evangelio…”. La Iglesia es enriquecida por el Espíritu Santo con diversidad de dones y carismas. Todos los bautizados estamos llamados a descubrir y reconocer los carismas que el Espíritu Santo nos regala, para colaborar en la obra de la evangelización (Hch 6, 1-7).
- Pedro llama a Jesús “Piedra viva” en cuanto resucitado, y llama a los bautizados piedras vivas en cuanto participan de la resurrección de Jesús. Por tanto, todos los que hemos sido regenerados en el bautismo, formamos parte de una única comunidad, de un solo templo en el cuál habita Dios, llevamos todos un mismo testimonio y participamos del sacerdocio de Cristo presentando toda nuestra vida como sacrificio agradable a Dios (1P 2, 4-9).
- Jesús promete a sus discípulos prepararles una morada en la eternidad. Con ello quiere, por un lado, prepararlos para afrontar con fe y valor su partida y que deseen expectantes el definitivo y eterno encuentro. Por otro lado, quiere que esta promesa los lleve a asumir cada tarea en la evangelización, como paso que acerca y prepara este encuentro (Jn 14, 1-12).
- En cada eucaristía tenemos la oportunidad de corresponder a la gran bondad de Jesús. Así como él nos ha prometido prepararnos un lugar en el cielo. Nosotros como respuesta, en cada eucaristía tenemos la oportunidad de prepararle un lugar digno, amable y cada vez más definitivo en nuestro corazón.
- CEC 2746-2751: la oración de Jesús en la Última Cena; CEC 661, 1025-1026, 2795: Cristo; abre para nosotros el camino del cielo; CEC 151, 1698, 2614, 2466: creer en Jesús; CEC 1569-1571: la ordenación de los diáconos; CEC 782, 803, 1141, 1174, 1269, 1322: “la estirpe elegida, el sacerdocio real”.