- Dios se presenta ante Moisés como “Señor”, es decir, como aquel que está por encima de todos, aquel que dispone sobre todo y sobre todos; el Creador, Liberador y Origen del pueblo santo. Pero también se presenta como “Dios compasivo y misericordioso”, que quiere acompañar y conducir al hombre para que no se extravíe del camino del bien y la verdad; pero también, para remediar el mal del hombre cuando éste por su debilidad se desvía (Éx 34, 4b-6.8-9).
- Pablo expresa a los Corintios un saludo Trinitario que utilizamos en la Eucaristía. En este saludo sintetiza los dones Trinitarios esenciales: la gracia, el amor, la comunión. En verdad debemos desear con todo nuestro corazón estos dones, pero también debemos trabajar porque sean manifiestos en cada uno y en la comunidad eclesial. Desde luego, la manifestación de estos dones depende de nuestra comunión real y concreta con cada una de las personas Trinitarias (2Co 13, 11-13).
- El designio de Dios es “la salvación de los hombres”. Este designio no es una decisión fría, ni unilateral. Todo lo contrario. Es un designio que nace del amor de Dios por su creatura predilecta, para la cual quiere todo el bien y la felicidad; a la vez, esta creatura esta llamada a tomar parte activa en este designio. El Hijo, que envío el Padre, nos enseñó la forma de participar en este designio: aceptar y asumir a Dios como Padre haciéndonos una voluntad con Él (Jn 3, 16-18).
- En cada eucaristía rendimos el mayor culto a la Santísima Trinidad. Celebramos el amor que nos tiene el Padre, la vida que recibimos del misterio Pascual de Cristo y la comunión que crea entre nosotros el Espíritu Santo. Allí, dirigimos toda nuestra capacidad de amar a las Tres Divinas personas, que es con todo, lo más grande que podemos ofrecer.
- CEC 202, 232-260, 684, 732: el misterio de la Trinidad; CEC 249, 813, 950, 1077-1109, 2845: en la Iglesia y en su Liturgia; CEC 2655, 2664-2672: la Trinidad y la oración; CEC 2205: la familia, imagen de la Trinidad.