- El profeta nos revela su experiencia interior de crisis. Hablar de parte de Dios, implica para Jeremías decir a oídos del pueblo noticias que rechazan y que lo convierten a él en objeto de burla y desprecio. Esta situación se hizo permanente para Jeremías y le creó una gran tensión interior con el consiguiente deseo de renunciar a su labor profética. Pero experimenta interiormente la fuerza incontenible de la Palabra que no puede dejar encerrada en sí, porque esa Palabra, por más inconvenientes e incomodidades que le produzca, es Palabra de salvación para un pueblo (Jr 20,7-9).
- Al recibir el bautismo, los creyentes han sido incorporados a Cristo. Por tanto, su vida, después del bautismo se debe conformar a la vida de Cristo, es decir, como Cristo se ofreció por todos, todos los bautizados deben ofrecerse con Él en la obediencia al Padre y en la entrega a su plan de salvación para la humanidad. Esto requiere un ir asumiendo los sentimientos, actitudes, intereses del Señor Jesús. Entendiendo que el culto verdadero a Dios es el unirnos a Cristo, hacernos una sola voluntad con él (Rm 12,1-2).
- Pedro, tendrá que aprender que las Palabras de Jesús y la Revelación que manifiesta, no son algo que se pueda cambiar al libre arbitrio de los hombres. Dios revela su plan a los hombres no como simple posibilidad, sino como realidad definitiva de libertad y de vida. Aunque como hombres, nos asuste tener que asumir -para alcanzar esa realidad- el camino del sacrificio, la renuncia, sufrimiento y hasta la muerte (Mt 16,21-27).
- Cada eucaristía se nos presenta como la oportunidad para unirnos al acto de obediencia de Cristo al Padre. Con Cristo padecemos, morimos y resucitamos – místicamente- en cada eucaristía.
- CEC 618: Cristo llama a sus discípulos a tomar la cruz y a seguirle; CEC 555, 1460, 2100: la cruz es el camino para entrar en la Gloria de Cristo; CEC 2015: el camino de la perfección pasa por el camino de la cruz; CEC 2427: llevar la cruz en la vida de cada día.