- La presencia de Jesús continúa en la historia de los hombres por medio de los apóstoles. Quienes recibiendo el Espíritu de Jesús realizan signos y prodigios en medio del pueblo. Cristo Resucitado sigue obrando la misericordia en todas las épocas de la historia por medio de la Iglesia. Misericordia que todos los hombres esperan como respuesta a sus necesidades y anhelos más profundos (Hch 5,12-16)
- Juan escribe a los cristianos que por el testimonio de Jesús pasan por tribulaciones y les dice lo que le ha sido revelado: que todo aquel que es de Jesús no debe temer los poderes de este mundo, porque Jesús vive eternamente y tiene en sus manos el juicio de los hombres y seguirá dirigiendo los pasos de los suyos (Ap 1,9-11a.12-13.17-19).
- Jesús al entrar en presencia de los discípulos les enseñó las manos y el costado. Como signo de su Victoria sobre la injusticia, sobre la muerte. Es la justicia la que tendrá la última palabra y a su vez la vida. Esas llagas que como dice el Espíritu “sus heridas nos han curado” según Isaías 53,4 y 2 Pedro 2,24; seguirán curando la humanidad hasta el final de los tiempos. Pues, las puertas de la misericordia han sido abiertas por Cristo para siempre (Jn 20,19-31).
- En cada eucaristía nos encontramos con Cristo Resucitado y recibimos de él palabras de esperanza. Es en la eucaristía donde experimentamos esa presencia que nos acompañará hasta el fin de los tiempos.
- CEC 448, 641-646: las apariciones de Cristo resucitado; CEC 1084-1089: la presencia santificante de Cristo resucitado en la Liturgia; CEC 2177-2178, 1342: la Eucaristía dominical; CEC 654-655, 1988: nuestro nacimiento a una nueva vida en la Resurrección de Cristo; CEC 926-984, 1441-1442: “Creo en el perdón de los pecados”; CEC 949-953, 1329, 1342, 2624, 2790: la comunión de los bienes espirituales; CEC 612, 625, 635, 2854: Cristo, “el Viviente” posee las llaves de la muerte.
