- La obediencia de Naamán, aunque no fue nada fácil, al final le trajo la sanación. Por la obediencia pudo experimentar el poder benéfico de Dios. Este fue el camino para algo aún mayor, alcanzar la fe (2R 5,14-17).
- La experiencia cristiana la podemos resumir en estas palabras de Pablo a Timoteo “Pues si morimos con Él, también viviremos con Él; si perseveramos, también reinaremos con Él”. Morir con Cristo es vivir enteramente de la voluntad del Padre, muriendo a la voluntad propia; vivir con Cristo es ser glorificados con Él participando de la herencia eterna. Por ello, que nuestra vida sea un perseverar hasta transformarnos en Cristo (2Tm 2,8-13).
- Este Evangelio nos invita a fijarnos en este samaritano que después de ser curado por Jesús, regresó “alabando a Dios”, reconociendo el poder y la bondad de Jesús. Este samaritano es ejemplo de lo que es la Iglesia: una comunidad regenerada, restablecida por la gracia que nos viene de Jesucristo y que vive en permanente acción de gracias a Dios por el don de salvación (Lc 17,11-19).
- En cada eucaristía celebramos al Dios que ha salvado, que salva y seguirá salvando a los hombres. Un Dios que espera que ante sus obras de bondad el hombre no sea indiferente, sino que sepa reconocer el amor de Dios y responder con la fe.
- CEC 1503-1505, 2616: Cristo, el médico; CEC 543-550, 1151: los signos del Reino de Dios; CEC 224, 2637-2638: la acción de gracias; CEC 1010: el sentido cristiano de la muerte.







