PARA COMPARTIR CON NUESTRA COMUNIDAD – CH. 555

  • Esta profecía de Isaías tiene su cumplimiento definitivo en Jesucristo, Palabra eterna del Padre. Quien ha bajado del cielo y no volvió resucitado allí hasta no fecundar la tierra con sus enseñanzas y su Espíritu. Su Palabra ha quedado como una semilla perenne que será siempre arrojada a los corazones de los hombres de cada generación para que germine en vida de santidad. De igual manera su Espíritu es derramado, para hacer de todo el que lo reciba hijo de Dios y partícipe de la vida eterna (Is 55, 10-11).
  • El apóstol nos descubre una realidad de carácter cósmico. Toda la creación, incluidos los seres humanos, estamos a la espera de un estado de plenitud que, por nosotros mismos no nos podemos dar. Pero podemos caminar ya hacia ese estado de plenitud y arrastrar con nosotros a las demás creaturas. Ese estado es la eternidad, la paz, la fraternidad, la comunión en el amor. Ya desde este mundo podemos vivir parcialmente esa plenitud cuando dejamos que Jesús nos llene el corazón y nos dejamos guiar en todo por su Palabra de vida (Rm 8, 18-23).
  • Hoy Jesús nos quiere cuestionar acerca de la forma como recibimos la Palabra de Dios, esa semilla que el vino a sembrar en nuestros corazones. Desde luego, nadie querría ser el camino, el terreno pedregoso o las zarzas. Mas bien querríamos ir avanzando de producir el treinta o sesenta a producir el ciento por ciento ¿Cómo hacerlo? (Mt 13, 1-23).
  • En cada eucaristía, la Palabra encarnada baja del cielo, para ser recibida por los hombres, para hacer que en ellos germine la vida divina. Por ello, nuestra disposición para recibir este sacramento debe crecer de día en día.
  • CEC 546: Cristo enseña a través de las parábolas; CEC 1703-1709: la capacidad de conocer y responder a la voz de Dios; CEC 2006-2011: Dios asocia al hombre a la obra de su gracia; CEC 1046-1047: la creación, parte del universo nuevo; CEC 2707: el valor de la meditación.
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