Juan 10,11-18: LA EXCELENCIA DEL PASTOR

Hechos. 4,8-12: “No hay salvación en ningún otro”

1ª Jn. 3,1-2: “Somos hijos de Dios”

Jn. 11, 10-18 : “Yo soy el buen Pastor que conoce a sus ovejas.”

A Jesucristo, Nuestro Señor, le podemos decir: “Tu eres mi buen Pastor” y también “Tu eres mi hermoso Pastor” y también “Tu eres mi verdadero Pastor”. Porque para el griego y la cultura occidental el ser, todo ser que existe es bueno, verdadero y bello. Un pajarito es bueno por el simple hecho de existir y es bello en su existencia y es verdadero. Así se nos muestran todos los seres; pero especialmente Jesús que es el Hijo de Dios: el Dios verdadero y Hombre verdadero. Con toda propiedad Jesucristo nos dice: “Yo soy el Buen Pastor”.

Jesucristo es, ciertamente pastor porque realiza todas las obras de un buen pastor: nos hace sus ovejas con el agua del bautismo, nos cuida en su rebaño de todo mal porque: “No hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que podamos salvarnos”, nos dice San Pedro.

Jesús es un Verdadero Pastor porque da la vida por sus ovejas y las cuida con cariño en su redil. Y Él las saca a pastar a verdes y ubérrimos pastos para que reparemos las fuerzas. Y es un Pastor Hermoso porque su belleza nos atrae, su voy nos atrae, su amor nos atrae con fuerza irresistible si le contemplamos en toda su belleza verdadera.

Jesús es un pastor que siempre está ahí, presente en todo momento. Él no nos puede dejar solitos, somos ovejitas indefensas, ingenuas, perezosas, que no sabemos dónde están los pastos saludables, que nos perdemos fácilmente y el lobo nos engaña y nos devora. También somos a veces necias que no queremos ir por donde nos van guiando con el cayado.

Desde que nacemos, nos cuida nuestro Supremo Pastor, nos fortalece con su cuerpo y su sangre, nos unge con el aceite del Espíritu Divino, nos da la gracia que perdimos en el sacramento de la penitencia y luego nos da el viático para la vida eterna. Y ahí no termina todo: nos acompaña hasta que nos deja en la puerta misma de la casa del Padre porque: “la promesa de Cristo, no es solamente una realidad esperada sino una verdadera presencia: Él es realmente el “filósofo” y el “pastor” que nos indica qué es y dónde está la vida.” (Spe Salvi 8; Benedicto XVI)

Es maravilloso imaginarnos que, también en el momento más difícil para el hombre, el momento de la muerte, Él está ahí, presente: “El nos indica también el camino más allá de la muerte; sólo quien es capaz de hacer todo esto es un verdadero maestro de vida…. El verdadero pastor es Aquel que conoce también el camino de la última soledad, en el que nadie me puede acompañar, va conmigo guiándome para atravesarlo: Él mismo ha recorrido ese camino, ha bajado al reino de la muerte, la ha vencido, y ha vuelto para acompañarnos ahora y darnos la certeza de que, con Él, se encuentra siempre un paso abierto. Aquel que me acompaña incluso en la muerte y que con su “vara y su cayado me sosiega” de modo que nada temo” (Spe Salvi 6; Benedicto XVI)

Necesitamos confiar en alguien que nunca nos vaya a fallar, en quien podamos confiar absolutamente y ese es Jesús. En esta vida llena de peligros, de asaltos de la mentira y de la maldad, necesitamos alguien en quién confiar y que sabemos que nos defenderá sí o si, del mal que está rodeándonos. Y nos da la paz y la tranquilidad de Alguien que nos cuida.

Ahora la pregunta es: ¿Estoy esforzándome para corresponder como una buena ovejita a mi Supremo y maravilloso Pastor?

Padre Fernando Manuel Limón

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