Queridos hermanos. En este quinto domingo del tiempo ordinario, ciclo B, nos presenta la liturgia el texto del antiguo testamento a Job (Job 7’ 1-4 y 6-7) que se queja: “Recuerda que mi vida es un soplo, que mis ojos no verán más la dicha”. Si, somos todos nosotros que nos quejamos continuamente de nuestras “desgracias”, de las dificultades habituales de la vida, de los problemas que nos asaltan de continuo. En definitiva, es aquella persona que intenta buscarle a su existencia un SENTIDO, una razón para vivir y para soportar e ir llevando adelante los días que trascurren como un soplo busca una motivación que le haga más llevadera la vida. Y esta cuestión nos ronda por la cabeza: ¿qué sentido tiene mi vida? ¿para qué tanto esfuerzo y sacrificio? Y no encontramos el porqué de nuestro actuar cotidiano. San Pablo encuentra ese sentido: “¿Cuál es la paga? Precisamente, dar a conocer el Evangelio”. Sí, para San Pablo, el servicio a Dios predicando y el servicio a los demás, llevándoles la buena nueva del amor de Cristo es el sentido más que suficiente para sufrir, trabajar, llorar y seguir adelante a pesar de los pesares. Incluso más, es motivo de orgullo, es su paga, es su oficio y lo hace sin esperar recompensa: “de balde”, sin “usar derechos” o privilegios. El SENTIDO de la vida para el cristiano es hacer el bien sin mirar a quién. Y he aquí que nos transportamos al evangelio: (Mc. 1’ 29-39) Jesús sale de la sinagoga y se dirige con dos discípulos, Santiago y Juan, dos hermanos, a la casa de Simón y Andrés, otros dos hermanos. Apenas llegan a la casa le comentan de la enfermedad de la suegra de Simón. Llama la atención que ellos no piden abiertamente la curación de ella, solamente le hablan de la situación. Saben que con Jesús esto es suficiente. Inmediatamente Jesús se acercó a ella y sin más, “tomándola de la mano la levantó y la fiebre la dejó” (31). Bueno, pues aquí Jesús nos dice con su ejemplo, con su vida y con sus actitudes cuál debe ser el SENTIDO de la vida de todo cristiano: “pasar haciendo el bien”. Es más, Marcos nos dice que, al atardecer, cuando ya la noticia de lo que había hecho Jesús había corrido de boca en boca, traen a la puerta de la casa todos los enfermos y endemoniados. Y como si fuera poco, asegura que: “La ciudad entera estaba agolpada a la puerta”. Estas son las dimensiones que el corazón capta respecto a quien, su única misión es hacer el bien cueste lo que cueste. Vemos a un Jesús a quien le llevan el dolor y el sufrimiento de toda la humanidad. En el corazón misericordioso de Jesús no hay dolor que no tenga puesto. De la boca de Simón nos percatamos que a Jesús “Todos te buscan”. Jesús es consciente de que su misión no se puede reducir a un lugar y a un pueblo determinado, sino que se abre a dimensiones más amplias. Tiene que llevar el evangelio, la alegría de vivir, el gozo de sentirse amado por Dios su Padre a todos los hombres.
Jesucristo es un peregrino incansable: “le llevan enfermos y endemoniados, enfermos de diversos males y curó a muchos”. El hombre está hecho para servir: Si no vives para servir, no sirves para vivir, diría el adagio popular. ¡Y cuánta razón tiene! Cristo mismo nos pone el ejemplo del verdadero SENTIDO de nuestros actos y de la entera existencia. Ojalá que esta maravillosa contemplación de Jesús y de Pablo como uno de sus primeros imitadores, nos mueva a servir, a transmitir la alegría de vivir en Cristo. Que les digamos a todos que podemos vivir el día ordinario lleno de sentido porque estamos sirviendo a Dios, a nuestros seres queridos, a la comunidad, a toda persona que se cruza y se acerca a nosotros por el camino. Reflexionemos:
Según el actuar de Jesús ¿Cuáles su misión? ¿vemos cómo toda su vida está impregnada de servicio y de hacer el bien?
¿Cuál es mi actitud ante el dolor y el sufrimiento de los demás? ¿Qué será lo que me está pidiendo el Señor? Tal vez servir y acompañar en el sufrimiento del otro.
Recordemos un caso concreto en nuestra vida familiar o de grupo, en el cual hayamos actuado como Jesús, sirviendo y ayudándoles a encontrar sentido a su vida.
P. Fidel Oñoro, cjm – Centro Bíblico del CELAM