Continuamos con nuestra lectura del evangelio según san Mateo. Ya estamos en el cuarto gran discurso de Jesús, que bien podría titularse: “Instrucción sobre la vida en comunidad”.
En el texto de hoy, Mateo 18,15-20, Jesús nos dice cómo enfrentar situaciones difíciles en la vida comunitaria, particularmente cuando se sabe que un hermano “llega a pecar” llevando una vida fuera de los criterios de vida de un discípulo de Jesús.
El presupuesto: la comunidad se siente responsable de cada uno de los hermanos (18,12-14). Tal como vemos en el pasaje inmediatamente anterior, en 18,12-14, la comunidad es “buena pastora” de cada uno de sus miembros.
Cómo se hace la recuperación del hermano que cae en pecado (18,15-17). Después de enunciar el principio general se pasa a: ¿Qué hacer cuando nos enteramos que un hermano está en una vida de pecado? En el texto lo primero que se le recuerda a uno es que él es un “hermano” y como tal hay que seguir tratándolo, por eso la repetición de la frase “tu hermano” (18,15ª). Luego se describe el camino recomendado para que un pastor traiga de nuevo la oveja a su casa. No perdamos de vista que lo que se busca, ante todo, es su salvación: “Si te escucha, habrás ganado a tu hermano” (18,15b). Pero la experiencia muestra que hay casos difíciles que resisten a la conversión, se trata de aquellos que se hacen los sordos. Se propone entonces el camino de la paciencia y de la firmeza comunitaria: (1) Interperlar: se le llama la atención a solas, de lo cual se espera siempre el mejor de los resultados; (2) Objetivizar: si la persona continúa tercamente en su comportamiento, entonces se invitan unos testigos para que quede claro de que no es mala intención contra la persona sino de algo objetivo; (3) Llamar la atención formalmente: ahora el asunto llega al máximo nivel de corrección que es la comunidad entera. Si todo el proceso fracasa no queda más remedio que darle el trato propio de una persona que aún no se ha convertido -como los gentiles y publicanos-, esto es: mandarlo a hacer todo el camino cristiano desde el principio.
La prudencia en las decisiones de la comunidad con relación a las personas (18,18). El v.18 deja entender que con una persona que intencionalmente persiste en su situación de pecado se puede llegar a la más dolorosa y drástica de las decisiones: la excomunión, es decir, dejará de ser considerado “hermano” en la comunidad. Pero llama la atención que ahora Jesús pone su atención en las personas encargadas de tomar esta decisión:
(1) Según este pasaje se trata de la comunidad entera la que tiene la potestad de “atar y desatar”;
(2) Se les recuerda que cualquier decisión que tomen es seria (lo que hagan en la tierra quedará hecho en el cielo), de ahí que no se deban tomar decisiones aceleradamente sino siempre con cautela.
La comunión en la oración como expresión de la solidaridad en todos los aspectos de la vida (18,19-20). Es la presencia de Cristo en medio de su Iglesia la que le da valor y peso a sus decisiones.
Esto es lo que ahora se profundiza: cuando la comunidad está bien unida y compacta en una misma fe, sucede en ella lo que el Antiguo Testamento llama la “Shekináh”, es decir, ella es espacio habitado por la gloria del Señor, que para nuestro caso es el Señor Resucitado. La unidad de la comunidad expresa la comunión perfecta con Jesús viviente en medio de ella. Llama la atención que en una comunidad así, es tal la solidaridad entre los hermanos, que todos son capaces pedir lo mismo (“se ponen de acuerdo para pedir algo”, 18,19), renunciando a sus intereses personales, los cuales normalmente aflorarían a la hora de hacer peticiones. En una comunidad que llega a este nivel profundo de solidaridad, teniendo un mismo “sentir” profundo, pueden resonar con fuerza las palabras de Jesús: “allí estoy yo en medio de ellos” (18,20). ¡Esta sí que es una verdadera comunidad!