Nuestro recorrido por el Evangelio de Marcos en este año litúrgico nos pone hoy ante una escena de fracaso misionero. No hay que perder de vista que, desde el primer momento, se dice que los discípulos estaban allí con Jesús, por lo tanto, hay una lección orientada también al discipulado. Surge espontánea la pregunta: ¿Qué hacemos cuando nos rechazan, sobre todo allí donde más nos conocen desde niños? ¿Cómo manejamos los fracasos pastorales? Pero una pregunta ineludible en el día de hoy ciertamente es: ¿quién es Jesús para mí, especialmente para mí que conozco e intento seguir y servir a Jesús desde hace algunos años, para mí que prácticamente he crecido con él?
Jesús toma la iniciativa para ir a evangelizar a quienes lo conocen desde niño. Antes era la gente la que venía donde él a buscarlo, escucharlo y pedirle ayuda. Jesús tiene ganas de hablarle a su gente. Subrayemos algunas iniciales de esta acción misionera: “Salió de allí…” (6,1ª). Termina la gran actividad de Jesús realizada entre las dos orillas del lago, la predicación en parábolas y los cuatro milagros (4,1-5,43). Ahora Jesús vuelve “a su patria”. “Vino a su patria…” (6,1b). No se menciona expresamente Nazaret. Este regreso se conecta con la escena anterior a la escena de 3,21.31-35, cuando sus parientes vinieron a buscarlo para llevárselo a la casa y él los había dejado en la puerta. “Y sus discípulos le siguen” (6,1c). Jesús no se hace llevar, él va espontáneamente a su patria, y lo hace con sus discípulos: “sus discípulos le siguen” (6,1c). “Se puso a enseñar en la sinagoga” (6,2ª). Jesús no vuelve a sus antiguas actividades en Nazaret (la carpintería) sino que viene como un Maestro rodeado de seguidores y que enseña en la sinagoga. Precisamente a realizar lo que había hecho que lo consideraran loco y tuvieran que ocuparse de él. Tengamos presente que esta es la última visita de Jesús a una sinagoga en día sábado, según el evangelista Marcos. A partir de aquí cambiará la estrategia misionera.
La reacción de los paisanos de Jesús (6,2b-3) (1) La maravilla. La reacción de los asistentes, frente a la predicación de Jesús, es la “maravilla”. Esto coincide con lo ocurrido en la primera predicación en la sinagoga de Cafarnaúm (1,21-28). Sin embargo, se da enseguida una notable diferencia: mientras en Cafarnaúm la gente reconoció la “novedad” y la “autoridad” de su enseñanza (1,22) demostrada en la victoria sobre los demonios (1,27b), sus propios paisanos se muestran incapaces de reconocer en él a alguien más que al carpintero que han visto siempre y se escandalizan de Jesús. (2) La actitud despectiva. Jesús no es recibido con ningún aprecio. La sola manera de referirse a él es diciente: sin mencionar su nombre sino con un despectivo “éste”. (3) Los cuestionamientos. Las dos formas básicas del ministerio de Jesús son precisamente la enseñanza y los milagros. El punto problemático es la proveniencia de sus conocimientos y de su poder (tal como sucede en 11,28): ¿Es un enviado de Dios? ¿o lo suyo es únicamente obra humana, o incluso del diablo? Es el “carpintero” – Es el hijo de María – Sus hermanos y hermanas son conocidos. Esto es todo lo que conocen de Jesús. Solo saben un aspecto de Jesús. Esto explica por qué son incapaces de responder la primera serie de preguntas. A lo sumo Jesús puede haberlos impresionado con su enseñanza, pero no consiguen captar en él la realización de una misión divina.
La consecuencia del rechazo en Nazaret: una nueva estrategia misionera de Jesús (6,4-6) El sujeto de las acciones de la última parte de este pasaje es Jesús: les habla, no puede hacer milagros, se maravilla y continúa su misión en los alrededores de Nazaret. Jesús se sostiene en su reivindicación de ser enviado de Dios (v.4). Se contrapone a sus paisanos sosteniendo que él es verdaderamente el enviado de Dios: se autodenomina “Profeta”. El dicho que cita es una manera de confirmar lo que sostiene. El dicho citado hace referencia al hecho de que precisamente los más cercanos humanamente (notar la tríada: “patria – parientes – casa”) son los que menos se interesan en el valor de una persona
Jesús es bloqueado, pero no por eso deja de servir (v.5-6a). Jesús no obliga a creer a quien no quiere creer, pero su mano permanece tendida para quien desea acoger su poder (como en 1,45; 8,4; 9,22; 15,31). De esta forma sigue siendo esperanza de los enfermos y necesitados. Aún en los lugares donde Jesús es duramente rechazado, no deja de ofrecer nunca lo que tiene para dar.
Jesús abre un nuevo espacio misionero (6,6b). Como se anotó, a Jesús se le cierran unas puertas, pero no todas. El rechazo de Nazaret es ocasión para realizar su misión en los pueblos de alrededor.