PARA NUESTRA PRÓXILUCAS 17,11-19: UN DISTINTIVO DEL DISCÍPULO DE JESÚS: LA GRATITUD.Primer encuentro con Jesús: la petición de los diez leprosos a Jesús y su curación (17,11-14)MA HOMILÍA DOMINICAL

La primera parte del relato nos informa acerca de un encuentro con Jesús: cómo un grupo de diez leprosos sale al encuentro de Jesús para pedirle que los cure. En lugar de curarlos en el lugar, Jesús simplemente los manda ir y mostrarse a los sacerdotes. Cuando ellos fueron en obediencia a su palabra, se dieron cuenta de que habían sido curados (por la fuerza interna de la obediencia a la Palabra).

La petición de los leprosos (17,13) “Y, levantando la voz, dijeron: “¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!”. Los leprosos parecen dirigirse a Jesús a los gritos. Lo llaman “Maestro”, un título que en la forma griega que se utiliza aquí (“epistatēs”), se escucha en boca de los discípulos y no de otras personas; esta es una particularidad del evangelio de Lucas (ver 5,5; 8,24.45; 9,33.49). Los leprosos entonces se están colocando en la fila de los discípulos, esto es bajo la autoridad del Maestro Jesús. Partiendo de esta actitud de sometimiento a la autoridad de Jesús, los leprosos claman su misericordia. Aparece así en primer plano el apelo al corazón misericordioso de Jesús. Aquí el tema de la “misericordia” vuelve a aparecer una vez más en este evangelio como característica del contenido y del estilo de la misión de Jesús. El clamar piedad indica que en la situación desesperada se admite que necesita definitivamente de la ayuda de otro y que de su buen corazón depende todo; todo depende de su gratuidad.

La respuesta de Jesús (17,14ª) Jesús los “ve” y les responde en estos términos: “Id y presentaos a los sacerdotes”.  A diferencia de la curación del leproso en Lc 5,12-14, esta vez el envío donde los sacerdotes ocurre antes de la curación. Lo que Jesús hace esta vez no es normal, porque la ida donde los sacerdotes supone que ya se ha superado la enfermedad. Por eso dicho envío tiene el valor de una prueba de la fe de los leprosos en el poder de la Palabra de Jesús… A los leprosos que han llamado a Jesús “Maestro”, se les pide ahora que se sometan al poder de su Palabra.

“Uno de ellos, viéndose curado, se volvió…” (17,15ª). Uno de los curados no va donde los sacerdotes, sino que emprende el camino de regreso donde Jesús. Se realiza entonces un segundo encuentro con Jesús. Si el primer encuentro sigue la dinámica de la “petición-respuesta”, este segundo sigue el de la “gratitud-salvación”; en ambos casos se describen aspectos de la experiencia de fe. Como lo hace notar el mismo Jesús en sus palabras finales, este segundo encuentro está en un nivel más alto que el primero y es una pena que no todos lo alcancen (de 10 sólo 1). El leproso se coloca en la lista de los personajes que en el evangelio saben reconocer la obra de Dios en Jesús: aquellos que no sólo ven la mano que les ofrece dádivas sino la identidad del rostro de quien los ayuda. Puesto que Dios se ha manifestado –su poder se ha hecho palpable-, mostrando su inmenso amor y cercanía al lado del sufriente y del marginado, el corazón no puede menos que cantar con júbilo su grandeza. Jesús primero les habla a todos los presentes y luego al samaritano: (1) delante de todos destaca el hecho de que sólo el samaritano regresó para darle gracias a Dios; y (2) al samaritano mismo lo levanta del piso y lo envía declarando la realidad de su salvación gracias a su fe. El acto de culto del leproso samaritano –doblemente marginado por su raza y por su enfermedad- muestra que estamos ante la nueva realidad del Reino: los “pequeñitos” son los que comprenden la revelación, no los “entendidos” (Lc 10,21). ¡Qué tremendo peligro acecha a quien se habitúa a Dios y somete la relación con él a la lógica de los derechos adquiridos! ¡Quien menos espera, consciente de su indignidad, siempre sabe apreciar la belleza del don cuando éste llega! Este dejarse sorprender y maravillar por lo novedoso de Dios, entendiendo que no obra por nosotros “porque le toca hacerlo” sino sencillamente porque nos ama, es el presupuesto fundamental de la espiritualidad de la gratitud que ejemplifica el samaritano. (1) La relación con Dios que se ejerce en la oración debe integrar muy bien la “petición” y el “agradecimiento”. No sólo recibir sino también dar, siempre en esta doble vía debe caminar la oración. Frente a los dones recibidos Jesús dice expresamente que hay que “dar gloria a Dios” (17,18). (2) La salvación no es solamente la recuperación de la salud sino la acogida del Reino de Dios en la persona de Jesús. Esto es, la curación no es un simple favor para superar un estado de sufrimiento, sino que toca lo más profundo del ser: lo hace desbordar de amor. Por eso la persona que agradece experimenta una salvación que va más allá de la simple curación física: ¡un cambio en la orientación interior!.

Padre Fidel Oñoro, CJM
Centro Bíblico Pastoral para la América Latina (CEBIPAL) del CELAM
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