- Los sepulcros de los que habla el profeta Ezequiel, representan toda clase de esclavitud, que no permite a la persona ser feliz, realizarse auténticamente y relacionarse libremente con Dios, consigo mismo y con los demás. Dios es el único que puede sacar al hombre del sepulcro más terrible que es el pecado (Ez 37,12-14). Solo permitiendo que Dios nos saque del sepulcro del pecado, puede venir su Espíritu sobre nosotros y hacer que vivamos vida divina.
- El mensaje de salvación nos confronta. Somos de aquellos que viven apoyados solo en sí mismos y viviendo a su manera (vida según la carne) o vivimos apoyados en la gracia divina que nos ofrece Cristo a través de los sacramentos (vida según el Espíritu). Vivir en la carne tiene como único desenlace la muerte, el desaparecer, la nada. Vivir según el Espíritu nos abre a la perspectiva de la resurrección, la vida eterna, la gloria, la comunión con Dios y los bienaventurados para siempre (Rm 8,8-11).
- Este episodio en Betania se presta para que Jesús haga una maravillosa revelación “Yo soy a resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre…”. A los creyentes esta revelación nos abre al consuelo sobre nuestro difuntos y a la esperanza respecto de nuestro futuro (Jn 11,1-45)
- En cada eucaristía se actualiza la muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo y todos los efectos que de este misterio proceden. Vivamos según el espíritu, abriéndonos cada vez más a este misterio y experimentado nuestra absoluta necesidad de el.
- CEC 992-996: la revelación progresiva de la Resurrección CEC 549, 640, 646: los signos mesiánicos que prefiguran la Resurrección de Cristo CEC 2603-2604: la oración de Jesús antes de la resurrección de Lázaro CEC 1002-1004: nuestra experiencia actual de la Resurrección CEC 1402-1405, 1524: la Eucaristía y la Resurrección CEC 989-990: la resurrección de la carne.