APOSTOLICIDAD DE LAS PROMESAS SACERDOTALES

Se considera un gran aporte del Vaticano II, a la identidad y misión del sacerdote, el habernos enfatizado que la santidad que buscamos se lucha y busca mediante la entrega generosa a la comunidad, en nombre de Cristo Cabeza y Pastor de la grey. Así, acuñó, tal vez para siempre, el término Caridad Pastoral, definido en la Pastores Dabo Vobis como “el principio interior, la virtud que anima y guía la vida espiritual del presbítero en cuanto configurado con Cristo cabeza y pastor” (PDV 23).

Lo que define al presbítero no son tanto sus “funciones” o tareas que realiza sino, sobre todo, el significado sacramental de su acción. Por eso, cada acción, tarea, impulso creativo, compromiso apostólico, todo en él, es una manifestación del ser y misión del mismo Cristo.

La primera exigencia de la caridad del buen pastor es el testimonio de santidad, como “modelo de la grey”.  El sacerdote diocesano no busca la santidad solamente como un camino de crecimiento personal y de intimidad con Dios, sino en beneficio de su pueblo. Como Jesús, se santifica a sí mismo “para que ellos sean santificados en la verdad” (Jn 17,19). De la misma manera, la intensidad de su santidad, que se expresa por la intensidad de su caridad pastoral, está en relación con la eficacia profunda de su apostolado (P.O. 12).

Se estudia, no por desarrollo personal sino por las necesidades del pueblo, para servirle mejor el testimonio de la verdad que se enseña. El sacerdote siempre ora con todos los elementos de la oración cristiana; pero, además, con el ingrediente de estar cargado con los pecados del pueblo, representándolo. Su ascética y penitencias, su sacrificio y renuncias tienen plenitud de sentido como fidelidad a su ministerio al frente de la comunidad: no tiene necesidad de buscar más penitencias que la amorosa entrega por la grey, sin reservas ni cálculos humanos.

En cuanto a las promesas de la ordenación, es importante señalar que la obediencia es lealtad apostólica con el obispo y con la Iglesia, con los hermanos y el presbiterio; es en sinodalidad como se vive la comunión de misión y tarea. El celibato es signo y estímulo de la caridad pastoral, es fuente de fecundidad apostólica (PO. 16) Es el sacramento de la paternidad espiritual de pastor. La pobreza no es renuncia a los medios necesarios para el apostolado sino confianza en el poder del Señor porque Él es el autor del propósito evangelizador, que depende no de nuestras capacidades humanas sino de la acción misteriosa del Espíritu Santo.

Padre Darío

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