Permanecer unidos a la savia de la Vid Verdadera. Nunca separarme del Señor.
Jesucristo es la verdadera vid y lo único que nos puede salvar es que nos mantengamos en comunicación con Cristo. No son nuestras cualidades ni nuestras fuerzas lo que nos va a salvar, sino el mantenernos en comunicación de amistad con Jesucristo.
“He sido acosado muchas veces por la tentación. Jamás me habría imaginado que mi corazón pudiera contener tanta maldad. Ciertamente he experimentado que, sintiendo deseos de ser mejor, de ser santo me oprime la conciencia de mi pecado. Siento angustia de volverme mejor, me esfuerzo, pero todo es en vano. Al final del día, se hace más larga la lista de mis pecados. Yo pensaba que era una persona “madura en la religión”; que por llevar 25 años tratando de cumplir bien los mandamientos, ya era bueno. Pero experimento que, aunque lleve muchos años intentando ser mejor en la vida espiritual, libro batallas espirituales contra la tentación y no soy capaz de superarla. Cuando llega, exclamo con san Pablo: “Pobre de mí. ¿quién me librará de este cuerpo de pecado’ (Rom,7)” Si. Yo soy inmaduro, porque cuando el demonio me pone la zancadilla sucumbo ante la tentación que me parece insuperable. Hasta que descubrí cuál era mi poder sobre el pecado.
Hay una salida. Yo alabo a Dios porque me dio un medio de liberación y no viva esclavizado por los impulsos de mi naturaleza pecaminosa. La Solución es ir a Jesucristo y obtener de Él la fuerza y el poder que necesito. Lo entendí al leer esa frase de Jesús: “El sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid. Así tampoco vosotros si no permanecéis en Mí.” El Espíritu Santo derramó una luz maravillosa sobre mi alma por medio de esta frase. ¡Qué equivocado y errado estaba yo al querer tener la fuerza sin ir a pedirla a la Verdadera Vid! Soy yo esa rama; Jesús es la vid que me pasa su poder salvador. Jesús es todo lo que necesito para obtener la victoria en mis luchas diarias. Descubrí en mi vida que la “Victoria” es una Persona: Jesucristo. Sin Él remo inútilmente y me hundo. Todo el poder contra el pecado depende enteramente de que esté unido por la FE y por el AMOR a la Vid que es Jesús. Si me hago rama de este árbol, sentiré correr por mi vida la savia del poder, de la fuerza, de la confianza.
Él me prometió que nunca me dejará ni me abandonará. Acepto confiar en el poder de Jesús y tengo la solución al problema de mi pecado. No tengo por qué librar solo las batallas y me hago socio de Cristo y creo en su amor y en su poder. Ya no me imagino que puedo seguir tranquilo en la incredulidad y, además reclamar victoria contra el mal. Si no estoy unido por la fe en la Vid, nada consigo. Me animo: Jesús tiene poder y se interesa por mí, como un árbol por sus ramas. Ahora me mantengo en comunicación con la Vid que es Jesús por medio de pequeñas oraciones, de actos de fe, esperanza y amor. Acepto su voluntad y le dejo obrar. Ya no creo que soy yo quien va a obtener las victorias, sino que es Él. Si lo dejo actuar, y no me separo de su poder me doy cuenta de cuán poderoso y victorioso es mi general. “Nuestro General no pierde batallas”. Tengo un jefe, un guía, un técnico formidable que jamás fracasa en lo que emprende.”
“Sin mí nada podéis hacer” Pelagio fue un monje británico que vivió en el siglo IV y tenía fama de ser muy santo. Pero se el ocurrió que por su propio esfuerzo podía llegar a obtener frutos de vida eterna, sin la intervención directa de la Ayuda de Dios. Y Pelagio se volvió hereje.
Nosotros sufrimos un círculo vicioso tremendo: cedemos a la tentación, luego agonizamos de remordimiento y culpa, después nos arrepentimos, nos proponemos no pecar más y por último cedemos de nuevo a la tentación. ¡Es la amarga historia de nuestra vida! Perdemos batallas espirituales que deberíamos ganar porque las emprendemos solos. Es inútil querer vencer solos al enemigo porque es más fuerte que nosotros. Pero el único que es más fuerte es Jesucristo: dejemos que luche con nosotros y veremos los resultados.
P. Fernando Manuel Limón