La parábola del tesoro escondido y de la perla preciosa, pueden situarse muy bien en el contexto de la invitación de Jesús a dejarlo todo y seguirle. Es una propuesta bastante fuerte dentro de la opción cristiana, pero vale la pena, pues, de fondo, el dejarlo todo es adquirir un estado de libertad necesario para el discípulo que desea trabajar en el seguimiento constante de Jesús.
También es una invitación para que quien ha optado por Jesús, sea consecuente con la elección realizada, y viva su desprendimiento con alegría, ya que el tomar el camino del Señor trae consigo la adquisición de una gran riqueza que no es negociable y que tampoco se desvaloriza.
Al tener al Señor como perla y único tesoro, contamos con la certeza de que no hay otro sistema de adquisición más ventajoso y rentable que la libertad de Dios en la concreción de la vida del hombre.
Con el Reino de los cielos sucede lo mismo que en la parábola: una vez que ha sido descubierto en todo su valor, hay que hacerlo propio, y ningún precio es demasiado alto para pensar en su adquisición.
Pidámosle al Señor que podamos seguirlo viéndolo a Él como el más preciado tesoro de nuestras vidas, y que al pensar en esta riqueza que poseemos, no por compra sino como don, ella nos remita a una acción de gracias constante por el don maravilloso de tener alto valor para beneficio de nuestro corazón.