- El final del libro de Isaías es una profecía de los últimos tiempos. Profecía que nos anima y nos da esperanza. Profecía que se cumple en Jesús, quien manifiesta en sí mismo la gloria de Dios a todos los hombres. Jesús quien enviará a sus apóstoles a los confines de la tierra a llevar la noticia de la salvación. La ofrenda para Dios, serán los hombres y mujeres convertidos (Is 66,18-21).
- Debemos aprender a ver el valor pedagógico del sufrimiento en el designio de Dios, sino corremos el riesgo de que nuestros sufrimientos sean estériles e infructuosos. El sufrimiento es prueba de que Dios es nuestro Padre y, como Padre amoroso nos corrige, para sacudirnos de nuestra seguridad, comodidad y autosuficiencia y podamos unirnos a su voluntad (Hb 12,5-7.11-13).
- “Esforzaos por entrar por la Puerta estrecha”. Esta palabra de Jesús debemos ponerla en práctica todos los días de nuestra vida. La puerta estrecha es la voluntad divina, voluntad por la que entró siempre Jesús y la única que nos puede llevar al encuentro con el Padre. Voluntad que nos hace vivir en la santidad y nos aleja de la iniquidad (Lc 13,22-30).
- En cada Eucaristía comemos y bebemos con Jesús y escuchamos su Palabra. Pero esto no asegura la salvación, sino la coherencia con la que vivimos verdaderamente nuestra amistad con Él.
- CEC 543-546: todos los hombres estamos llamados a entrar en el Reino de Dios; CEC 774-776: la Iglesia, sacramento universal de la salvación; CEC 2825-2827: seguir la voluntad del Padre para entrar en el Reino de los cielos; CEC 853, 1036, 1344, 1889, 2656: el camino estrecho.