SAN FELIPE PHAN VAN MINH.
(1815 – 1853)
Fue un sacerdote vietnamita y mártir de la Iglesia, canonizado en 1988 por el papa Juan Pablo II.
Primeros años y formación
Nació en 1815 en Cái Mơn, región del delta del Mekong (Vietnam), en el seno de una familia profundamente cristiana. Desde joven mostró inclinación por la fe y el servicio pastoral, lo que lo llevó a ingresar al seminario. Allí destacó por su disciplina, espíritu de oración y entrega a la comunidad.
Ministerio sacerdotal
Tras completar su formación, fue ordenado sacerdote y asumió la misión de atender a los fieles en tiempos de gran persecución contra los cristianos en Vietnam, bajo el reinado del emperador Tu Duc. Su labor se centró en visitar comunidades, administrar sacramentos en secreto y sostener la esperanza de los fieles a pesar de los riesgos.
Era conocido por su humildad, sencillez y cercanía con el pueblo. Muchos lo recuerdan como un sacerdote que no dudaba en compartir las dificultades de los más pobres, acompañándolos en medio de la adversidad.
Persecución y martirio
En 1853, mientras ejercía su ministerio, fue arrestado durante una de las campañas de represión contra los misioneros y sacerdotes. Fue trasladado a prisión, donde se le ofreció la posibilidad de renunciar a su fe para obtener la libertad, pero se mantuvo firme en su fidelidad a Cristo.
Finalmente, fue condenado a muerte por decapitación. La ejecución tuvo lugar el 3 de julio de 1853 en Cái Mơn. Los testimonios narran que aceptó el martirio con serenidad y valentía, animando a los fieles a permanecer constantes en la fe.
Canonización y legado
San Felipe Phan Văn Minh fue beatificado por el papa Pío X en 1909 y canonizado junto con otros 116 mártires de Vietnam por el papa Juan Pablo II el 19 de junio de 1988.
Su vida es recordada como un ejemplo de fidelidad inquebrantable, sencillez sacerdotal y amor pastoral. En Vietnam es considerado patrono de la perseverancia en la fe y protector de las comunidades cristianas perseguidas.
Hoy, su memoria se celebra cada año el 3 de julio, y su testimonio sigue inspirando a sacerdotes y laicos a vivir con valentía y entrega su compromiso con el Evangelio.