Señor Jesús, Pastor eterno, tú que no abandonaste a tus discípulos en la tormenta, mira con compasión a tus sacerdotes que hoy caminan en medio de la guerra, de la violencia, del dolor y de la injusticia.
Dales la fortaleza de tu Cruz para que no se cansen de anunciar la esperanza, aunque la noche sea oscura y la amenaza constante. Consolida en ellos la certeza de tu amor cuando el miedo les ronde el corazón.
Que sean bálsamo para los heridos, luz para los que viven en tinieblas, y refugio de paz para los que sufren. Protégelos bajo el manto de tu Madre, y haz que su ministerio, vivido en fidelidad, sea semilla de reconciliación y justicia.
Padre bueno, no permitas que la violencia robe la ternura de sus manos, ni que el odio apague la llama de su entrega. Hazlos signos vivos de tu Reino, hasta que llegue el día en que toda lágrima sea enjugada y reine tu paz verdadera.