El autor sagrado pretende manifestarnos dos facetas de Dios. La primera, es la de su omnipotencia, por la cual es el único que puede realizar la plena justicia y dar a cada uno lo que corresponde. Nadie puede evadirse de esta justicia, más bien conocerla y actuar de manera que sea favorable. La segunda faceta, es la de su indulgencia, su disposición a aceptar nuestro arrepentimiento y perdonarnos. Su primera faceta aviva nuestra esperanza en la verdadera ajusticia. Su segunda faceta nos abre a la esperanza de poder siempre empezar de nuevo (Sb 12, 13.16-19).
- El Apóstol Pablo hablando a aquellos que ya han recibido el Espíritu Santo por el bautismo, les dice que el Espíritu intercede por ellos. Que Él es quien pide, para quien lo posee, lo que más le conviene. En sí, lo que les quiere decir, es que dejen que el Espíritu ore en ellos, que sea Él el que ilumine lo que se debe decir, lo que se debe pedir (Rm 8, 26-27).
- Estas parábolas sobre el Reino de los cielos nos hablan de ese Reino como una realidad dinámica en la que resaltan varias realidades: transformación, crecimiento, penetración. En la primera parábola Jesús habla de la esperanza de que la cizaña (partidarios del maligno) se transformen en trigo (ciudadanos del Reino); en la segunda Jesús nos habla de como una pequeña comunidad de fe, puede crecer hasta alcanzar dimensiones inimaginables; en la tercera Jesús nos habla de cómo su verdad puede penetrar al corazón de todos los hombres y hacerlos vivir auténticamente (Mt 13, 24-43).
- En cada Eucaristía el Espíritu Santo ora con la Iglesia, la inspira para que ofrezca un culto agradable al Padre y la conduce siempre a nuevos progresos en el camino de la perfección.
- CEC 543-550: el Reino de Dios; CEC 309-314: la bondad de Dios y el escándalo del mal; CEC 825, 827: la mala hierba y la semilla del Evangelio en cada uno de nosotros y en la Iglesia; CEC 1425-1429: la necesidad de una conversión continua; CEC 2630: la oración de petición habla profundamente a través del Espíritu Santo.
