El Instituto de Pastoral del Clero, ubicado en El Rodeo, La Ceja, Antioquia, Colombia, se dedica a acompañar a obispos, sacerdotes y diáconos de Latinoamérica. Su objetivo es ofrecer formación y apoyo pastoral para fortalecer el ministerio y la labor evangelizadora en la región.

PRESTOS PARA ABRIR LA PUERTA
Con las lámparas ardiendo de amor
Lucas 12, 32-48

El pasaje se abre con un mandato a los discípulos para que estén prontos para el servicio: “Estén ceñidas vuestras cinturas y las lámparas encendidas” (12,35).La idea es una y se expresa con dos imágenes que repiten el mismo mandato. Se trata de dos imágenes frescas muy dicientes para el mundo oriental. Notemos desde ya que Jesús no está requiriendo solamente comportamientos individuales, en sus palabras se acentúa el plural comunitario. Cuando Jesús la aplica a los servidores la idea es simple y concreta: hay que estar siempre preparados para trabajar.  Un discípulo del Señor debe ser del tipo de persona que nunca necesita  que le digan que haga algo o que esté más disponible para el servicio, porque de hecho, él siempre tiene puesto el cinturón, o sea, siempre está listo para trabajar.

Primera imagen de servicio: “Estén ceñidas vuestras cinturas” (12,35ª). La primera imagen describe el gesto de colocarse un cinturón como una manera de decir: “anden en ropa de trabajo”. Reconstruyamos brevemente: cuando la gente estaba en su casa habitualmente usaba la ropa de manera más holgada, a veces por el calor o también para sentirse un poco más cómoda, por eso no llevaban el cinturón; esto se hacía, con mayor razón, para dormir. Dicho cinturón era un aderezo que, al ceñir y recoger la larga túnica contra el cuerpo en la cintura, facilitaba los desplazamientos, por ejemplo: correr o caminar con mayor destreza en un viaje; recordemos la instrucción para la pascua: “ceñidas vuestras cinturas, calzados vuestros pies y el bastón en vuestra mano” (Éxodo 12,11). También era necesario para cierto tipo de trabajos –como el de un pastor, por ejemplo- que necesita moverse mucho e inclinarse.

Segunda imagen de servicio: “Estén encendidas vuestras lámparas” (12,35 b). El texto dice que las lámparas están “ardiendo”, o sea, irradiando luz por toda la casa. Permanecer dentro de la casa con las luces encendidas también es una imagen de disponibilidad para el servicio a cualquier hora. Pero no solo eso, el “arder” insinúa también el calor de la acogida en la casa. Tener las luces encendidas, entonces, es señal de actividad nocturna en una casa o al menos de disponibilidad para ello; además, una lámpara prendida hace posible a cualquier hora una actividad de improviso. Como lo deja entender la parábola siguiente, el patrón necesitaba de luz para poder entrar de improviso en su casa a altas horas de la noche, sus servidores se la proporcionarán. El mandato de Jesús, de mantener las lámparas encendidas, se hace en previsión de la prolongación de la jornada de trabajo y está asociada con el cansancio normal que sobreviene y que lleva a dormir (=apagar las lámparas). Por tanto, por detrás hay una advertencia sobre la debilidad física y la desidia interna que lleva a “bajar la guardia” en la prontitud para el servicio, no sólo el que hay que hacer ahora sino el que se va a requerir más tarde.

Jesús expone ahora una parábola que profundiza el sentido de la actitud que acaba de recomendar 

La parábola describe lo que sucede en dos tiempos: (1) el tiempo de la espera mediante la disposición para el trabajo por parte de los servidores (12,36) y (2) el tiempo de la llegada del patrón y de la recompensa de los servidores (12,37-38).

“Sed como hombres que esperan a que su Señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran” (12,36).El patrón está participando en una fiesta de matrimonio, no es él quien se casa sino un invitado. El regreso se prevé para ese mismo día, lo cierto es que puede ser a altas horas de la noche (12,38). No se sabe por qué motivo se extiende la fiesta, ni tampoco (como hoy) por qué no tiene una llave y abre él mismo, todo eso es secundario. Lo importante es la actitud de los servidores: estarán listos para abrir la puerta en preciso instante en que llegue y toque la puerta (más adelante, en 13,25, aparecerá una escena similar pero con los roles patrón-siervo invertidos).

Cuando nos detenemos en los verbos “llegue”, “llame”, “al instante le abran”, de alguna manera viene a la mente el conocido pasaje: “Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta…” (Apocalipsis 3,20).  Pero es la atención al momento de la llegada lo que aquí importa, no importa cuán prolongada sea, pues de ella depende la eficacia del servicio.

Por otra parte, cuando leemos la palabra “esperar” en esta parábola (“hombres que esperan a que su Señor vuelva”) no podemos dejar de pensar en aquellos que fueron modelo de espera de la primera venida del Mesía.

La parábola da un salto a lo que se prevé que suceda si el patrón “los encuentra despiertos”. La fatiga de la espera se ve premiada por el gesto inaudito del patrón. Es tan importante el que él hace que éste aparece destacado en el punto central, en medio de la repetición de la bienaventuranza: “Dichosos los servidores que el Señor al venir encuentre despiertos” (12,37; ver 12,38). Es aquí donde está el giro sorpresivo de la parábola.

Jesús dice: “Yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá” (12,37 c). ¡Qué maravilla! Se invierten los papeles: la venida del Señor es la venida del Servidor por excelencia. Se realizan tres gestos:

(1) El patrón “se ciñe”: hace el mismo gesto que se pidió que hicieran los servidores (ver 12,35).

(2) El patrón “los sienta” (o “hace reclinar”) en la mesa de la casa, que en esta cultura no es el lugar de los empleados sino de los patrones.

(3) El patrón comienza a “servirlos” personalmente. Se sobreentiende que se sirve una suculenta comida, aunque el gesto similar de Jesús en Juan 13,5 nos remite a un servicio completo que comienza con el lavarles los pies.

El último verbo, “servir” (en griego “diakoné”) resume todo. Lo que el patrón hace está en completa sintonía con los comportamientos habituales y las enseñanzas de Jesús: “Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve” (22,27). ¿Qué mayor honra podría haber? ¡Qué gran reposo espiritual! ¡Jesús servidor de los servidores!

La primera parábola tenía un carácter positivo de promesa, ahora se examina la consecuencia negativa del quedarse dormido, del no “estar preparado”: podría haber un daño en la casa. En la nueva parábola (tan breve que casi no clasifica como tal), Jesús es comparado con un ladrón. La imagen podría parecer atrevida, pero en realidad es oportuna para el caso (ver 1ª Tes 1,2). Cuando Jesús dice “entendedlo bien” está queriendo decir “todos Ustedes conocen esta situación”: si el responsable de una casa (puede ser el propietario o el mayordomo) está advertido de que esa misma noche va a ser robado, tomaría las precauciones del caso.

La comparación nos permite ver otros aspectos relacionados con la “espera”, que no se habían dicho:

(1) Si la parábola anterior destacó el hecho del retardo, es importante también recordar la inminencia de la llegada;

(2) Si la venida del patrón traía un beneficio, ahora la venida del ladrón puede traer un perjuicio (además, la propiedad sufre daño: el ladrón abre un hueco en la pared);

(3) Si la venida del patrón era previsible (se sabe que es durante la noche pero no la hora), la del ladrón no (se sabe que viene pero no avisa cuando), su llegada es aún más incierta y sorpresiva; por eso no se habla de “día” sino de “hora” (v.39), y más aún de “momento” (v.40), indicando con ello que los cálculos de probabilidad son aún más inciertos (“En el momento en que no penséis”, v.40);

(4) Si en la anterior se habla de quien está “al servicio de…”, en ésta el implicado es una persona interesada en la seguridad de su propiedad, el sentido de pertenencia debe Cayendo en cuenta que estas parábolas son contadas por Jesús en su camino de subida a Jerusalén, donde le aguarda la Cruz que vencerá definitivamente el poder del mal, no podemos dejar de ver también aquí una alusión al juicio que provoca la venida del Mesías (ver 13,1-5.32-35; 19,11) y las consecuencias para quien no tomó conocimiento del “tiempo de su visita” (19,44). Es verdad que Él vendrá por segunda vez, pero hay formas concretas de su visita que ya están ante nuestros ojos y que nos piden una actitud de apertura, acogida, prontitud para la respuesta y disponibilidad para el servicio, así como cuando pasaba por el camino hacia Jerusalén en su primera venida.ser aún mayor.Como indican las parábolas, los discípulos son servidores que permanecen unidos de manera dinámica a Él en la fidelidad y el sentido de responsabilidad. Si esto es claro, entonces, nuestro buen Señor podrá llegar en cualquier momento porque estamos despiertos y listos para servir a Aquél que como Hijo del hombre se puso al servicio del mundo entero.

tercera parábola: Esta parábola describe la actitud del administrador diligente en el gobierno de la casa de su Señor, en contraposición con la del siervo descuidado y perezoso que, fiándose de la tardanza del regreso de su patrón, maltrata aquellas personas que están a su cargo y no cumplió con sus propias responsabilidades.

Con esta parábola Jesús le responde a Pedro la pregunta: “Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?” (12,41). Esta pregunta marca la transición entre el llamado a la vigilancia que se acaba de hacer a todos los discípulos en las dos primeras parábolas y la lección particular que se saca para todos los que son responsables de las comunidades.

Una contraposición (o técnicamente “antítesis”) concluye el texto: “a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más” (12,48). Con esta frase se deja claro que la parábola pretende ser la respuesta a la pregunta de Pedro: el llamado a la espera vigilante en la expectativa del Señor es para todos, pero aquellos a quienes les fueron confiadas responsabilidades deben estar atentos de manera muy especial para que las ejerzan en calidad de servidores y no como un privilegio ejercido con abusos de autoridad.

Fidel Oñoro, cjm – Centro Bíblico del CELAM

 

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