El Instituto de Pastoral del Clero, ubicado en El Rodeo, La Ceja, Antioquia, Colombia, se dedica a acompañar a obispos, sacerdotes y diáconos de Latinoamérica. Su objetivo es ofrecer formación y apoyo pastoral para fortalecer el ministerio y la labor evangelizadora en la región.

LUCAS 15, 1-10 (11-32): LA MISIÓN DE JESÚS Y SUS DISCÍPULOS

LUCAS 15, 1-10 (11-32): LA MISIÓN DE JESÚS Y SUS DISCÍPULOS: SALIR EN BÚSQUEDA DEL PECADOR COMPARTIENDO LA MISERICORDIA Y EL GOZO DE DIOS

La situación que motiva las tres parábolas de la misericordia (15,1-3). “Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo:«Este acoge a los pecadores y come con ellos.» Entonces les dijo esta parábola”. Suena exagerado, pero así lo afirma Lucas, “Todos” los publicanos y pecadores buscaban a Jesús. En realidad es una manera de enfatizar una preciosa realidad constatada en el ministerio de Jesús. Ahora bien, no se trataba de hechos puntuales sino de una constante, como puede verse en la forma verbal que describe una acción continua: “buscaban”. Estos que buscaban a Jesús tienen el calificativo peyorativo de “pecadores”: personas que por su comportamiento contrario a la Ley de Dios, a lo mejor con reincidencias y públicamente asumidos, se han colocado fuera del ámbito de la Alianza. Evidentemente eran reprobados. Se habla también de un grupo particular de ellos: los “publicanos”.

Hay que recordar que en el evangelio de Lucas, los publicanos: (a) Estaban en la lista de las personas llamadas públicamente a la conversión por parte de Juan Bautista (ver 3,12); (b) Luego se convierten en modelo del que responde al llamado al arrepentimiento. Por ejemplo, en 7,29 Jesús cita la respuesta positiva de ellos a la predicación de Juan: “los publicanos reconocieron la justicia de Dios, haciéndose bautizar con el bautismo de Juan”. Y ni se diga la generosidad, digna de imitación, de los publicanos Leví y Zaqueo, frente al llamado de Jesús; (c) Muestran una alta calidad espiritual, incluso superior a la de los fariseos: cuando Jesús trata el tema de la oración, en una de sus catequesis, un publicano –y no el fariseo- será el modelo del orante según los nuevos criterios del Reino (ver 18,10- 13). Si los publicanos y pecadores llegan a un nivel tan alto de vida espiritual (aspecto que los fariseos no miran) es porque “iban a oír” a Jesús, lo cual es signo de conversión.

La crítica:“Y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: „Éste acoge a los pecadores y come con ellos‟” (15,2). Los fariseos y escribas salen al ruedo una vez más para poner en tela de juicio lo que Jesús hace. Ellos, se dice expresamente, “murmuran” contra él. La murmuración es la crítica cargada de fastidio por un comportamiento que no se admite. Así aparece, por ejemplo, en la polémica que le hacen a Pedro por su apertura a los gentiles: “Has entrado en casa de incircuncisos y has comido con ellos” (Hch 11,3). Los fariseos y escribas se muestran molestos con Jesús y sacan a relucir su prejuicio contra los pecadores y marginados. Su actitud contra Jesús se percibe en la manera lacónica de referirse a él, lo llaman “Éste”. Dos verbos describen el comportamiento reprobado: “Acoger” y “Comer (junto con)”. Las dos acciones se complementan ampliando su significado. Jesús es presentado como el anfitrión de una comida festiva en la recibe y atiende con simpatía a sus ilustres huéspedes.

La respuesta de Jesús:“Entonces les dijo esta parábola” (15,3). Las parábolas del evangelio están construidas de tal manera que subvierten nuestra habitual manera de razonar y nos llevan a pensar con la lógica del Dios del Reino. El narrador Lucas anuncia una parábola y al final resultan tres. Al leerlas tengamos presente que: (a) Todas van al mismo punto: la alegría que experimenta una persona que recupera lo que había perdido; (b) Las dos primeras parábolas apuntan explícitamente al hecho de que esta alegría es el reflejo de la alegría que Dios siente cuando recupera lo que había perdido: aquello que le era propio y de un gran valor para Él; (c) La tercera parábola supera las dos primeras: sin perder de vista el tema de la alegría de Dios (representada en el papá misericordioso) describe ampliamente la situación de una persona perdida (el hermano menor) y también la actitud de quien aparentemente no se perdió (el hermano mayor); éste último no es capaz de compartir la alegría del padre por el regreso del hijo (y hermano) perdido. Las parábolas de la misericordia explican el por qué del comportamiento de Jesús e invitan a los fariseos (y a los lectores) a unirse a la praxis de Jesús. El evangelio de hoy nos invita a entrar en el corazón misericordioso de Jesús, descubriendo en él la grandeza de su revelación acerca de Dios y la fuerza atrayente de su propuesta del Reino. Jesús nos revela que a Dios le importamos mucho y que sufre y goza con nuestro destino. Él mismo es la imagen de un Dios que sale en búsqueda del pecador. El suyo es un amor primero e incondicional. Estamos llamados a mirarnos evaluativamente en el espejo del evangelio. Si reducimos a lo fundamental la dinámica de las parábolas a los términos “pérdida”, “búsqueda”, “hallazgo” y “alegría compartida”, y los confrontamos con la tarea “pastoral” que se espera que hagamos, ciertamente percibimos que tenemos mucho por hacer.

El hecho de tener noventa y nueve ovejas en sus manos no tranquilizó la conciencia del pastor. Ni tampoco a la mujer a la que le quedaban nueve monedas. Ese “uno” que falta es de gran valor. Bien decía santa María Eufrasia, parafraseando estas parábolas que “una vida vale más que el mundo entero”.

Entonces la conversión que se pide hoy no es solamente la del pecador, sino también la de la pastoral, o más exactamente, la de quien se ha adormecido en su celo pastoral y ya no sale a buscar a las ovejas ni a las monedas perdidas.

 

P. Fidel Oñoro, cjm – Centro Bíblico del CELAM 

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