El Instituto de Pastoral del Clero, ubicado en El Rodeo, La Ceja, Antioquia, Colombia, se dedica a acompañar a obispos, sacerdotes y diáconos de Latinoamérica. Su objetivo es ofrecer formación y apoyo pastoral para fortalecer el ministerio y la labor evangelizadora en la región.

Vigésimo quinto del tiempo ordinario: Lucas 16, 10-13

Vigésimo quinto del tiempo ordinario

El uso de los bienes de la tierra:
Un aprendizaje importante para el discípulo
Lucas 16, 10-13

Primera cara de la moneda: la fidelidad en las responsabilidades terrenas (16,10-12). Jesús comienza con un dicho tomado del mundo de  la sabiduría popular: “El que es fiel en lo mínimo, lo es también en lo mucho; y el que es injusto en lo mínimo, también lo es en lo mucho” (16,10)

El dicho concentra las siguientes verdades: (1) Es verdad que para asumir una tarea importante hay que ser competente para ella; (2) Es verdad que una persona que es fiel en una pequeña responsabilidad se gana la confianza de los demás para tareas de mayor envergadura; (3) Es verdad que una persona fiel en una gran responsabilidad no necesariamente lo es para los asuntos pequeños; (4) Es verdad que la competencia para un trabajo tiene que ser demostrada.

Ahora bien, ¿qué es lo que se evalúa a la hora de evaluar la “competitividad”? Jesús hace referencia a la “Fidelidad”. La “fidelidad” es una cualidad decisiva para un administrador. Ésta implica dedicación, constancia, honestidad, transparencia, celo por los intereses del propietario. Y podríamos completar la lista de valores. Lo contrario del administrador “fiel” es el “injusto”, calificativo que aquí tiene el significado de “deshonesto”, indigno de confianza. Con ello se tipifica la deshonestidad que es característica de la gente mundana, donde priman los propios intereses al bien común.

La aplicación: “Si, pues, no fuisteis fieles en el Dinero injusto, ¿Quién os confiará lo verdadero? Y si no fuisteis fieles con lo ajeno, ¿a quién os dará lo vuestro?” (16,11-12). La aplicación se hace en dos etapas (como escalando niveles de comprensión). (1) Se admite la posibilidad de que los discípulos no puedan actuar fielmente con respecto al “dinero injusto”. “Si no fuisteis fieles en el Dinero injusto” (16,11ª). El término “Dinero injusto”, que causa cierta extrañeza, podría significar “riqueza mundana adquirida o usada”, pero en realidad –puesto que el contexto es de la fiel administración- se está queriendo decir que la riqueza material es algo de lo cual no somos propietarios sino administradores. Hay algo que sí es nuestro. “¿Quién os confiará lo verdadero?” (16,11b). Por “verdadero” se entiende la realidad característica de los nuevos tiempos que Jesús inaugura con su anuncio del Reino de Dios. Lo verdadero es lo consistente, la realidad que permanecerá para siempre. Quien lo “confía” es el mismo Dios; es él quien ofrece los dones de la salvación, el “tesoro inagotable en los cielos” (12,33). (2) Se insiste para que la buena administración de “lo ajeno” abra las puertas para la adquisición de lo “lo propio”. Con base en la idea de que la riqueza terrena de hecho no le pertenece a los discípulos, se anuncia dónde está la verdadera propiedad de valor incalculable, que no se devalúa ni es pasajero. El tesoro del cielo será la inalienable posesión de los discípulos. Pero el discípulo no puede intentar desentenderse de esto que se ha dicho que es “ajeno”: no puede vivir sin trabajar, sin buscar la prosperidad de su empresa. Pero lo que nunca debe olvidar es que nada de eso es propio: por eso parte de la responsabilidad es no caer en el apego y estar siempre dispuesto a compartir. Y esto sí que es trabajar para la vida y no vivir para trabajar.

Segunda cara de la moneda: la lealtad absoluta a Dios (16,13). No podemos desentendernos de nuestras responsabilidades terrenas, esto ya quedó claro. Pero ahora viene otro aspecto importante: que el trabajo cotidiano y la lucha por lo que necesitamos para la vida no aparte nuestro corazón de Dios. Manejamos dinero pero ¡no hagamos de él un ídolo!. Claramente dice Jesús: “Ningún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero” (16,13). Esto implica una evaluación continua por parte del discípulo para no dejarse esclavizar por la administración terrena y tener los mejores espacios para el servicio de Dios.

La palabra “servir” aquí es importante. En el pensamiento lucano, el sirviente generalmente lo es de una casa y frecuentemente en calidad de esclavo. En las condiciones del antiguo sistema esclavista no era posible que una persona le perteneciera a dos patrones. Tampoco, como sí es posible hoy, había la posibilidad de trabajar medio tiempo en dos empresas diferentes (aunque había excepciones). Se pedía dedicación exclusiva. La lealtad exclusiva era inherente al concepto de servidumbre. Y esto porque se podía caer en la tentación de amar más a uno que a otro. En nuestro caso: si una persona se pone al servicio del dinero, de la misma forma que lo hace con Dios, terminará haciendo de la economía su religión, fallándole a Dios en la consagración total de su ser. Y más aún, se pondrá al servicio de los intereses propios o de los de nuevos patrones, dejando de lado el mayor interés de Dios, que es el bienestar de todos sus hijos, sin excepción. La mala opción por el dios-dinero, ciertamente arrastraría a la persona hacia la perdición de su vida. Ahí sí que para nada valieron todos sus trabajos, mostrándose al final como un mal administrador de lo fundamental, “lo verdadero”. Con una imagen podemos hacer la síntesis del evangelio de hoy: el discípulo debe tener los pies en la tierra pero el corazón en el cielo.

Fidel Oñoro, cjm – Centro Bíblico del CELAM

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